Sir Arthur Conan Doyle

Sir Arthur Conan DoyleArthur Ignatius Conan Doyle nació el 22 de mayo de 1859 en Edimburgo, Escocia. Fue el segundo hijo de Mary Foley y de su esposo, el arquitecto Charles Altamont Doyle, perteneciente a una de las familias más cultas y ricas de la zona, y tuvo cinco hermanas. Debido al alcoholismo crónico de Charles, el pequeño Arthur estuvo tutelado por su tío abuelo, Michael Conan, de quien tomó su apellido. Su madre, mujer cariñosa y protectora, le contaba historias antes de dormir, lo que despertó su vocación.

A los 9 años, Arthur viajó a Londres para estudiar en un severo colegio de jesuitas. Detestaba la disciplina férrea y se rebeló a menudo contra el castigo corporal, por lo que durante esos difíciles años, sus momentos de consuelo y felicidad se reducían a la práctica de deportes o a los ratos que pasaba escribiéndole a su madre, un hábito que conservó toda su vida. Mientras estaba en el internado, se dio cuenta de su talento para contar historias, al ver que, a menudo, se encontraba rodeado por otros alumnos más jóvenes que le escuchaban embobados. Más tarde, lo matricularon en el colegio religioso de Feldkirch, donde perfeccionó su alemán y donde se familiarizó con las aventuras de C. Auguste Dupin, el detective de ficción que creó Edgar Allan Poe en “Los crímenes de la calle Morgue” y que ejerció una gran influencia sobre él.

A pesar su vocación artística, Arthur decidió matricularse en la facultad de Medicina de Edimburgo donde le impresionó e influenció su profesor el doctor Joseph Bell, un genio en la observación, la lógica, la deducción y la diagnosis, cualidades que Conan Doyle aprovechó para la creación de su futuro héroe, Sherlock Holmes. Como recoge en sus memorias, “el buen doctor solía sentarse en la sala de espera y hacia el diagnóstico de cada paciente según iban entrando. Incluso antes de que abriesen la boca les decía los síntomas que sentían y les daba detalles de sus vidas. Rara vez se equivocaba”. Tras dos años de duro estudio, empezó a escribir pequeñas historias como “El misterio del valle de Sasassa” o “El cuento americano”, que se publicaron en medios pequeños.

Su familia vivió momentos tristes cuando ingresaron a su padre en una institución mental aquejado de una seria demencia y, para evadirse, Arthur decidió enrolarse como cirujano en un ballenero con rumbo al Círculo Polar Ártico; tenía 20 años.

Aquella experiencia le sirvió para madurar y descubrir su espíritu aventurero, pero, muy a su pesar, regresó a los estudios para completar su formación como médico. En aquella época, tenía fama de conquistador y llegó a salir con cinco mujeres a la vez, pero decidió concentrarse en el trabajo y ayudar a su familia. Tras licenciarse, encontró trabajo como oficial médico en un buque que navegaba entre Liverpool y la costa Oeste de África y, a su regresó, abrió su propio consultorio en Portsmouth. Desanimado porque no tenía ni un sólo cliente, Conan Doyle aprovechaba los ratos muertos para escribir la novela que le catapultaría a la fama, “Estudio en escarlata” (1897), narrada por el doctor Watson y protagonizada por un detective llamado Sherlock Holmes y que destacaba por sus dotes de observación y análisis, así como por su cultura, su pasión por la música -tocaba el violín-, su “alergia” a las mujeres y su adicción a la morfina y la cocaína, como estaba de moda entre ciertos círculos. El personaje causó tal furor que, hasta el día de hoy, siguen llegando multitud de cartas al 221b de Baker Street, la supuesta dirección del héroe, con la intención de que resuelva casos verdaderos.

En 1885, Conan Doyle se casó con Louise Hawkins, conocida como “Touie”, una mujer “amable y cariñosa», según su autobiografía, con la que tuvo dos hijos, Mary Louise (1889) y Alleyne Kingsley (1892). Por aquel entonces, Conan Doyle, padre entregado y marido ejemplar, se sentía feliz en lo personal, pero, en lo profesional, no conseguía materializar sus sueños. En 1890, publicó la segunda aventura de Holmes, “El signo de los cuatro”, en una gran revista americana, convirtiéndose en un hombre más famoso al otro lado del Atlántico que en su país. Aquello le fue difícil de asimilar, porque quería ser un escritor de verdad, serio e histórico, pero Holmes se le había ido de las manos y sus ávidos lectores querían más. Conan Doyle publicó relatos detectivescos en la revista “Strand”, mientras continuaba con sus estudios médicos para especializarse en temas oculares e instalarse nuevamente en Londres, en 1891, abriendo una consulta de oftalmólogo.

Por aquel entonces, contrajo una gripe que lo mantuvo varios días entre la vida y la muerte y, al recuperarse, se dio cuenta de la inutilidad de intentar combinar su carrera médica con la literaria. “En ese momento decidí abandonar todo lo que tenía que ver con la medicina y centrarme en ser un buen escritor”, confesaba en su autobiografía. Tras escribir “Las aventuras de Sherlock Holmes” (1891-92) y “las memorias de Sherlock Holmes” (1892-93), un tanto agobiado, le envió una reveladora carta a su madre: “Me siento feliz, pero, a veces, no puedo soportar la fama de Holmes. Se me está pasando por la cabeza matarle, porque me está desgastando psicológicamente”, a lo que ella respondió: no creo que la gente se tome a bien esta decisión. Efectivamente, tras ”matar” al investigador y a su eterno rival, el profesor Moriarty, en “El problema final”, 20.000 personas cancelaron su suscripción a la revista “Strand” y multitud de jóvenes llevaron crespones negros en sus sombreros. Pero Conan Doyle estaba decidido a dedicarse a la novela histórica.

En 1897, conoció a Jean Leckie, una atractiva joven de 24 años, intelectual, deportista, mezo-soprano y descendiente del héroe escocés Rob Roy, que le robó el corazón. Sin embargo, su matrimonio con Touie era bueno y siempre le fue fiel. Tras el inicio de la guerra de los Boers, viajo a Sudáfrica, donde trabajó como médico de campaña y pudo escribir su libro más largo, “La guerra de los Boers”, que se convirtió en un gran éxito. A su regreso, el rey Eduardo VII lo nombró caballero por su contribución durante la guerra y, además, era tal la devoción del monarca por Sherlock Holmes, que siempre se dijo que le otorgó el título de “sir” para animarle a escribir más aventuras del detective. Fue entonces cuando Conan Doyle retomó al personaje de Holmes en “El perro de los Baskerville”(1902), una de sus obras más famosas.

La muerte por tuberculosis de la esposa del escritor, en 1906, le sumió en una depresión tan terrible que dejó de escribir. No obstante, un año después se casó con Jean, con quien tuvo otros tres hijos, Jean Lena Annette, Denis Percy Stewart y Adrian Malcolm. Su nueva familia le dio fuerzas para seguir escribiendo y produjo una serie de historias de ciencia ficción protagonizadas por el profesor Challenger.

Tras la muerte de uno de sus hijos en la I Guerra Mundial, Conan Doyle, reconocido masón, se convirtió en un fororo del espiritismo. Entre 1924 y 1926, escribió las últimas doce hazañas del inmortal detective en “E1libro de casos de Sherlock Holmes” y, tres años después, sufrió una angina de pecho que lo postró en cama hasta su fallecimiento el 7 de julio de 1930.

VÍDEOS DE Sir Arthur Conan Doyle
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Fotos de Sir Arthur Conan Doyle:



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