Rosa
Marie Albach -su verdadero nombre- nació en Viena (Austria)
el 23 de septiembre de 1938. Su madre, la alemana Magda Schneider;
su padre, el austríaco Wolf Albach - Rhetty, y su abuela
paterna, Rosa Rhetty, eran todos conocidos actores, así
que la llamada de las candilejas no tardó mucho en
resonar en el alma de aquella preciosa niña de ojos
claros. Tras el nacimiento de Romy, su madre se afincó
en Alemania, donde, tres años más tarde,la familia
se amplió con la llegada de otro bebé, Wolf.
Ya desde pequeña, a Rosa Marie le gustaba disfrazarse
e imitar a sus personajes favoritos. Con su imaginación
paliaba la ausencia de unos padres a los que, debido a su
profesión, veía mucho menos de lo que hubiera
deseado. Para colmo, la desaparición de su padre -que
abandonó a su esposa para irse con otra actriz- dejó
en aquella niña de 6 años una dolorosa herida
que nunca cicatrizó. Ella lo idolatraba y él,
a partir de ese momento, apareció en su vida en contadas
ocasiones.
En 1948, la madre de Romy, ya divorciada de Wolf decidió
inscribir a la niña en un internado austriaco, puesto
que ella, que seguía volcada en su profesión,
apenas tenía tiempo para dedicarse a sus hijos. La
niña permaneció allí cuatro años,
a lo largo de los cuales destacó, sobre todo, por su
habilidad en el dibujo artístico y por la pasión
que ponía en los personajes que interpretaba en las
obras de teatro. Con 15 años, Romy regresó de
vacaciones a su casa de Baviera, donde la esperaba su madre
con su nuevo marido, el empresario Hans-Herbert Blatzheim,
al que la joven aceptó bastante bien.
Ya de vuelta al internado, Romy recibió una llamada
de su madre: el director de la nueva película en la
que iba a trabajar, “Lilas blancas”, no encontraba
actriz para interpretar el papel de Evchen, la hija de Magda
en la pantalla. A Magda se le ocurrió que Romy podía
hacerlo, y la joven se reunió con ella en Múnich.
Tras unas pruebas, Romy fue aceptada. Comenzó entonces
una imparable carrera. Tras participar en algunas películas
como “Sueños de circo” y “Los jóvenes
años de una reina”, el director Ernst Marischka
le propuso ser la protagonista de su nuevo proyecto: la recreación
de la vida de la emperatriz Elisabeth de Austria. Romy tenía
entonces 17 años y aceptó encantada. Su madre,
por otra parte, encarnaría a la emperatriz a Ludovica,
madre de Sissí. La película fue un éxito
en toda Europa, así que el director preparó
una nueva y almibarada entrega de las aventuras de esta heroína
del cine. A regañadientes, ya que no quería
encasillarse, Romy volvió a protagonizar “Sissí
emperatriz”, que repitió el éxito de público.
Por entonces, su padrastro había dejado su faceta
de empresario de restauración para ser el representante
y administrador de las ganancias de Romy. Él y su madre
se frotaban las manos al ver la mina de oro que tenían
en casa, pero sus planes se truncaron cuando la joven, tras
el estreno de la tercera entrega de Sissí, decidió
abandonar ese personaje y probar suerte con otros que demostraran
que era capaz de diferentes registros interpretativos.
Su primer gran personaje dramático le llegó
con la película “Muchachas de uniforme”,
donde interpretaba a una joven enamorada de su profesora.
El público alemán no le perdonó que hubiera
abandonado a Sissí, pero ella se sintió feliz
con el nuevo rumbo que había tomado su carrera,.
Poco después, Romy conoció a Alain Delon.
Fue con motivo del rodaje de “Liebelei”, en la
que trabajaron juntos. Ella era toda una estrella y él
un joven rebelde al que aún no conocía nadie,
pero esa diferencia de carácter y de “status”
no impidió que se enamoraran locamente. Tanto fue así
que, al cabo de un tiempo, Romy decidió irse a vivir
con él a París, enfrentándose a su madre,
que veía cómo su hija se le iba de las manos
definitivamente.
En París, las cosas no le fueron demasiado bien a
la bella actriz, que no lograba desembarazarse de su imagen
de heroína vestida de época. En cambio, Delon
iba ascendiendo poco a poco en su carrera y, un día,
le propuso a Luchino Visconti que Romy fuera su pareja en
la adaptación teatral de “It's pitty she a whore”.
La obra fue un éxito y Visconti le dio otra oportunidad
en la película “Boccaccio 70”. Romy tenía
entonces 23 años, y este film le abrió las puertas
del cine francés y, posteriormente, del americano,
ya que la actriz recibió una oferta de Hollywood para
rodar tres películas allí. Aceptó y se
fue a la meca del cine, pero a su regreso se encontró
con que Delon la había abandonado para irse con Natalie,
con la que se casaría.
Su aventura americana no tuvo demasiado éxito y Romy,
decepcionada de todo, decidió regresar a Alemania.
Allí conoció a Harry Meyen,un actor y director
de teatro con el que se casó en 1966, ya embarazada.
A finales de año nació David y Romy decidió
abandonar su carrera para dedicarse en cuerpo y alma a su
bebé. No quería que su hijo creciera solo, como
le ocurrió a ella.
Pero, tras dos años de inactividad, Romy sintió
que necesitaba volver a ponerse delante de las cámaras.
Rodó entonces, en Londres, “Sin balas y disparando”
y, posteriormente, se reencontró con Alain Delon en
“La piscina”. Los guiones se amontonaban de nuevo
sobre su mesa y Romy se sintió revivir. Sin embargo,
debía decidir entre su familia, que estaba en Alemania,
y su carrera, que la reclamaba en Francia. Intentó
compaginar ambas cosas durante un tiempo pero, finalmente,
su matrimonio se resintió y, en 1972, se separó
de su marido. Su hijo se quedó viviendo en Alemania,
con los padres de su ex marido, aunque la actriz lo llevó
con ella a muchos rodajes.
Durante la grabación de “Lo importante es amar”,
que le valió el César a la mejor actriz del
año por su interpretación de Nadine Chevalier,
Romy conoció a Daniel Biasini, un hombre diez años
menor que ella que se convertiría en su secretario
personal y, el 18 de diciembre de 1975, en su marido. Con
él tuvo a la pequeña Sarah, nacida en 1977.
A nivel profesional, su papel en “Una vida de mujer”
le valió su segundo César a la mejor actriz.
Parece que las cosas le iban bien y que, por fin, había
encontrado la estabilidad sentimental junto a Biasini, pero
el matrimonio se rompió al cabo de unos años.
Nuevamente, un fracaso marcó la vida de Romy quien,
para paliar su frustración, ahogaba sus penas, cada
vez con más frecuencia, en el alcohol. Por otra parte,
David no quería irse de la casa de los padres de Biasini,
en la localidad francesa de Saint-Germain-en-Laye. El niño
había encontrado allí un hogar y estaba muy
a gusto en compañía de sus “abuelos”
y su hermana Sarah. Así que Romy aceptó que
su hijo se quedara allí.
Ella continuó con su trabajo y, durante el rodaje
de “Fantasma de amor”, conoció al productor
Laurent Pétit, quien sería su último
compañero sentimental y, quizás, el que más
apoyo le prestó en los momentos difíciles. Él
fue el pilar en el que la actriz se apoyó cuando, el
5 de julio de 1981, recibió la noticia de la muerte
de David. El niño sólo tenía 13 años
cuando quedó clavado en lo alto de la reja que intentaba
franquear para entrar en su casa. Romy estaba en París
cuando sucedió el fatal accidente y, aunque corrió
al hospital en el que habían ingresado a su pequeño,
llegó demasiado tarde para verlo con vida.
Aquello la desgarró por dentro y ya nunca más
volvería a ser la misma. Trató de no pensar
volcándose, una vez más, en su trabajo, pero
el dolor era demasiado fuerte. “Le passante du Sans-Souci”
fue su última película. En la madrugada del
29 de mayo de 1982, Laurent Pétit encontró su
cuerpo sin vida sobre el sofá de su apartamento. Se
habló de suicidio, de abuso de alcohol y tranquilizantes...
pero, fuera lo que fuera, lo cierto es que Romy fue incapaz
de sobrevivir a la muerte de su hijo. Hoy, sus restos yacen
junto a los de David en el pequeño cementerio de Boissy-sans-Avoir,
localidad situada a unos 50 kilómetros de París.
VÍDEOS DE Romy Schneider
A continuación podemos ver un vídeo de Romy Schneider :