Helene
Bertha Amalie Riefenstahl nació en Berlín (Alemania)
el 22 de agosto de 1902. Hija de un funcionario con aficiones
poéticas, su primera vocación fue la danza.
Debutó a los 21 años como primera bailarina
en Múnich y fue contratada por Max Reinhardt para su
Deutsche Theater. Su carrera se truncó cuando, en 1925,
se lesionó el menisco durante una representación
en Praga y tuvo que abandonar la gira.
Durante el periodo de convalecencia descubrió el
cine a través del reputado director Arnold Fanck. A
sus órdenes se convirtió en una actriz célebre
con películas como “La montaña sagrada”
o “Prisioneros de la montaña”. Fue el propio
Fanck, para el que trabajó en seis películas,
quien le descubrió los secretos de la realización
cinematográfica. En 1932 decidió probar suerte
como realizadora y dirigió y protagonizó “Luz
azul”, en la que dio vida a una mujer salvaje que vive
en una cueva de cristal. El film, tan primorosamente realizado
y fotografiado que recibió un premio en el Festival
de Venecia, conquistó al público alemán,
y concretamente a Adolf Hitler, que quiso conocerla. Según
unos, el encuentro dio lugar a un romance; según otros
-entre ellos la propia Riefenstahl-, ambos quedaron mutuamente
fascinados, pero no hubo contacto sexual. “Nunca fui
amante de Hitler porque no me interesó como hombre.
Si me hubiera gustado me habría ido a la cama con él,
sin problemas”, aseguró en una entrevista esta
mujer de gran desinhibición sexual y que calificó
al Führer, al que admiraba, como un ser “asexuado”.
Hacia el año 1933, los cineastas germanos de origen
judío o disconformes con el ideario nazi dejaron Alemania,
donde el ministro de Propaganda, Goebbles, había calificado
al cine expresionista alemán de “arte degenerado”
y exigía a los directores que hicieran películas
de exaltación del nazismo. Pero no fue Goebbles (que
más tarde acosaría a Riefenstahl, obsesionado
con convertirla en su amante) quien le encargó su primer
documental importante, sino el propio Hitler.
“El triunfo de la voluntad” fue el mayor filme
propagandístico de la historia y captó, con
una estética fascinante, la reunión del Partido
Nazi en Nuremberg en 1934. La película estuvo llena
de innovaciones técnicas y recursos más allá
de lo normal, como el hecho de que algunas imágenes
se tomaran con operadores patinando. El director Frank Capra
dijo sobre este film: “Era a la vez la glorificación
de la guerra, la deificación de Hitler y la canonización
de sus apóstoles. El triunfo de la voluntad no disparaba
ningún arma, ninguna bomba. Pero como arma psicológica
orientada a destruir le voluntad de resistir, era igual de
letal”.
Si “El triunfo de la voluntad” se hizo con grandes
medios económicos, más dinero tuvo a su disposición
Leni Riefenstahl para dirigir, en 1936, su segundo documental:
“Olympia”, que en su distribución internacional
llevó el título de “Los dioses del estadio”.
Riefenstahl recogió en dos largometrajes los Juegos
Olímpicos de Berlín, las olimpiadas que pretendían
ser la exaltación de la raza aria y donde fueron los
atletas negros los que acumularon los oros. La cineasta necesitó
dos años para montar las miles de horas de filmación
que tenía, pero los críticos cinematográficos
consideran el resultado como el mejor documental olímpico
de todos los tiempos. Tanto es así que Riefenstahl
rechazó, en dos ocasiones, volver a filmar las olimpiadas.
“El impedimento era mi propia película. Sabía
que no podía superarla”, escribió la cineasta
en sus memorias.
En 1940 inició el rodaje de “Tiefland”,
película inspirada en “Terra baixa”, del
escritor catalán Angel Guimerá. Como no podía
rodar en España, decidió incorporar gitanos
al rodaje y, según diversas fuentes, cientos de ellos
fueron sacados de un campo de concentración. Finalizado
el rodaje, Riefenstahl no hizo nada por salvarlos.
Desmontada la pesadilla del nazismo en Europa y restablecida
la democracia, Leni Riefenstahl no dejó Alemania. Según
ella, nunca supo nada de las atrocidades que la dictadura
nacionalsocialista llevó acabo. A su favor hay que
decir que nunca militó en el partido nazi, pero se
hace difícil creer que una mujer inteligente, perceptiva
y bien relacionada desconociera los detalles del Holocausto.
No pudo ser condenada, pero sus bienes (había acumulado
muchos gracias a que era propietaria de las películas
que el nazismo financió tan generosamente) fueron incautados
y durante un tiempo vivió en la pobreza. Aunque no
pudo demostrarse nada contra ella, ha arrastrado toda su vida
la etiqueta de pronazi y en todas las entrevistas que ha concedido
ha tenido que defenderse de esa acusación.
Decidida a salir adelante, se instaló en Kitzbühl
(Austria), donde siguió trabajando como realizadora.
En 1961, efectuó un viaje a África para hacer
una película que no llegaría a estrenarse. Tuvo
un accidente y tuvo que ser internada en un hospital de Nairobi
(Kenia). Ya repuesta, contactó con los Nuba, una tribu
de Sudán tan ignota que ni figuraba en las rutas de
los misioneros. Un año después, hizo una serie
de reportajes de tipo etnológico, cuyas fotos, recogidas
en dos tomos ilustrados, tuvieron un gran éxito en
todo el mundo. En este viaje conoció a Horst Kettner,
40 años más joven que ella y su compañero
sentimental hasta la fecha.
En 1974, cuando tenía ya 72 años y atacada
por unos fortísimos dolores de espalda, Leni Riefenstahl
aprendió a bucear. Como legalmente no podía
sacarse la licencia, engañó a sus monitores
de buceo sacándose 20 años. Fascinada por los
fondos marinos, transformó su afición en documentales.
En 1987 publicó sus “Memorias”, un texto
con las numerosas anécdotas que ha vivido en su larguísima
vida. Su 100 cumpleaños coincidió con el estreno
de “Impresiones submarinas”, un documental que
recoge más de 2.000 inmersiones submarinas en el Océano
Índico.
Mientras la actriz norteamericana Jodie Foster da los últimos
toques al guión con el que llevará a la gran
pantalla la existencia de esta cineasta, Leni Riefenstahl
sigue viviendo en su casa de Múnich con su novio. En
su rutina diaria figura una ducha matinal con agua helada,
un paseo de cerca de una hora, la lectura y dosis de morfina
si los dolores que le dejó un accidente de helicóptero,
que sufrió en Sudán a los 97 años, son
muy fuertes. Acude también a los festivales a los que
la invitan.
Pese a haber tenido muchos detractores, Leni Riefenstahl
también ha despertado muchas e incondicionales pasiones.
Entre los admiradores de su obra se encuentran Francis Ford
Coppola, Oliver Stone, George Lucas o Mick Jagger. En los
años 70, el vocalista de Rolling Stones quiso que la
alemana lo fotografiara a él y a su entonces esposa,
Bianca, en Londres.
VÍDEOS DE Leni Riefenstahl
A continuación podemos ver un vídeo de Leni Riefenstahl :