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Juan de Escobedo



BIOGRAFÍA DE Juan de Escobedo:

Nació en Colindres en el año de 1530 en el seno de una familia hidalga, aunque su linaje procedía de Selaya. Bajo la protección del príncipe de Éboli, Ruy Gómez de Silva, consiguió del rey Felipe II el nombramiento de secretario del Consejo de Hacienda y, en 1569, el de alcaide del castillo de San Felipe y de las Casas Reales de Santander. En 1574 fue recomendado por Antonio Pérez, secretario del rey, para ocupar el cargo de secretario personal de don Juan de Austria. Esta elección, hecha en principio con ánimo de que vigilara a don Juan, resultó fallida ya que se convirtió en uno de los más fieles partidarios del entonces gobernador de los Países Bajos. Durante esta etapa reunió pruebas de los negocios ilícitos y apoyo a los rebeldes flamencos de Pérez y la princesa de Éboli, por lo que fue denunciado por éste ante el Rey como instigador de las maniobras políticas de don Juan. De Escobedo se llegó a escribir que "por aquel portillo (refiriéndose a Santander) llegaría a entrar su amo don Juan como rey de España", tal eran sus intenciones claras de respaldar la aventura de Juan de Austria al trono. Pero temiendo aún ser denunciado, Pérez ordenó su asesinato, el 31 de marzo de 1578, y por el que fue acusado un año después.

La muerte del Verdinegro —apodo que recibía por su forma de vestir— fue inspiración de coplas y romances como este ejemplo, obra del duque de Rivas: "En aquella corta calle / más bien callejón estrecho / que por detrás de la iglesia / sale frente a los Consejos / se halló tendido un cadáver / de un lago de sangre al medio. / Con dos heridas de daga / en el costado y el pecho, / y como rico ostentaba / la cadena de oro al cuello / y magníficos diamantes / en los puños y en los dedos / que obra no fue de ladrones / se aseguró desde luego / el horrible asesinato / que a Madrid cubrió de duelo...". Su hijo Pedro fue secretario de Felipe II y en su casa de Colindres fue hospedada doña Bárbara de Blomberg, la amante de Carlos V y madre de don Juan de Austria.

Siempre se ha dicho que Juan de Escobedo debió de morir el 31 de marzo, fecha corespondiente a antiguo calendario juliano. Los hechos sucedieron hacia las 21.00 horas cuando regresaba de noche a su domicilio de la casa de los Leones, situada junto a la antigua iglesia de Santa María de la Almudena. La vivienda había sido adquirida precisamente a la princesa de Éboli, muy cerca de donde residía ella misma, la esquina entre la actual calle de la Almudena y la calle Mayor, muy cerca de Bailén. Allí podemos leer en una placa colocada junto al suelo acristalado que deja ver los restos de la antigua iglesia madrileña: "En esta calle mataron al secretario de don Juan de Austria, Juan de escobedo, el 31 de marzo de 1578, noche del Lunes de Pascua".

Se conserva una carta fechada el día 1 de abril (martes) en San Lorenzo de El Escorial de Mateo Vázquez, secretario de Felipe II, al propio monarca en la que éste señala, respondiendo a una misiva anterior: "fue muy bien enviarme luego lo de Escobedo que vi en la cama, porque muy poco después vino don Diego de Córdoba con la nueva que ha sido extraña, y no lo entiendo lo que dicen los alcaldes".

De estas líneas se entiende que Felipe recibió la noticia de la muerte del secretario de don Juan de Austria en El Escorial, la noche del día 31 de marzo, noticia que fue confirmada por su Primer Caballerizo, don Diego Fernández de Córdoba. Sin embargo, es improbable que, como se dice, Escobedo fuera asesinado a las 21.00 horas, y un correo recorriera los 40 kilometros esa misma noche del día 31 hasta llegar a El Escorial. Es posible que muriera el 30 de marzo, Domingo de Resurrección, o antes.

En aquel año de 1578, la Semana Santa cayó entre los días 24 y 30 de marzo del calendarios juliano. El Domingo de Resurrección tiene lugar siempre el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera, por lo tanto puede variar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. En este caso, al ser el día 23 de marzo de 1578 luna llena, la Semana Santa cayó el domingo siguiente.

En El bello ojo de la tuerta, César Leante aporta dos fechas para los intentos de envenenamiento y el asesinato final de Escobedo. Según él, el primer envenenamiento se produjo el lunes 8 de marzo de 1578 y el segundo, cuatro días después, el día 12, viernes. Luego señala que el crimen a cuchillo se llevó a cabo, como todos sabemos, el día 31 lunes. Esta última fecha es correcta añadiendo la corrección a nuestro calendario gregoriano. Según él, el 31 de marzo fue en realidad viernes. Sin embargo, si descontamos los 11 días que se eliminaron en octubre de 1582 cuando el calendario gregoriano empezó a funcionar (después del día 4 se pasó al 15), efectivamente, ese 31 de marzo cayó en lunes en el calendario juliano. Lo que César Leante proporciona de forma incorrecta son las fechas de los dos primeros intentos de envenenamiento. Ni el 8 de marzo fue lunes, sino sábado, ni el 12 fue viernes, sino miércoles, siempre hablando del antiguo calendario juliano. Lógicamente, el que fuera un día u otro no tiene mayor trascendencia histórica que la que puede satisfacernos el prurito de conocer el día exacto, sin variar un ápice el desarrollo de los acontecimientos de esos trágicos días.

No se conserva ningún retrato fidedigno de él. El que coloco arriba detallado a la izquierda de estas líneas, fue pintado hacia 1571. Su atribución a El Greco e identificación con Juan de Escobedo se debe a Augusto L. Mayer (Dominico Theotocopuli El Greco, Munich 1926). El cuadro perteneció en su momento al Museo de San Luis (EE.UU.). En el año 1955 fue vendido a la Wildenstein & Company de Nueva York quien a su vez lo pasó a una colección privada en donde todavía está. No suele aparecer en los catálogos de obras de El Greco.

Existen, por el contrario, varias representaciones pertenecientes a la pintura histórica del siglo XIX en las que se recrea el momento de la muerte de Escobedo junto a la antigua iglesia de la Almudena, a pocos metros de donde se levantaban las casas de doña Ana de Mendoza. De estos últimos uno de los más conocidos quizá es Muerte de Escobedo, de Lorenzo Vallés (1830-1910).

Pocos son los momentos oscuros de la vida de Felipe II capaces de ensombrecer un ápice la vida de este rey universal. Uno de ellos es la muerte de su antiguo secretario, Juan de Escobedo, quizás mandada por el propio monarca. Rodeado de un extraño halo de traiciones, procesos heréticos y un anhelo de las ambiciones más abyectas, la muerte de Escobedo sigue siendo un verdadero caso abierto. Cuatro siglos después, nadie ha podido desvelar el último secreto de este apasionante enigma histórico que aquí esbozo brevemente.

Don Juan de Austria (1545-1578) era hijo del emperador Carlos V y de su amante Bárbara Blomberg. Hermanastro del monarca Felipe II, éste le había encomendado en el año 1576 el gobierno de una de las zonas más conflictivas de todo el reino español, Flandes. Aquel gesto, aparentemente sencillo y natural, colocar al hermano del rey ante una de las zonas más importantes de su territorio, no estaba vacío de incertidumbre. Efectivamente, don Juan de Austria había demostrado a lo largo de sus años ser un excelente estratega. Su fama y reputación habían subido como la espuma desde 1571 tras conseguir vencer en la batalla de Lepanto. Sin embargo, Felipe II sabía que no era suficiente. Acuciado por las dudas, el Rey decidió seguir el consejo de su propio secretario personal, Antonio Pérez (1540-1611), quien recomendó la posibilidad de asignar a don Juan de Austria uno de los secretarios de mayor confianza del soberano, Juan de Escobedo (1530-1578).

En 1574, dos años antes de que don Juan de Austria fuera designado gobernador de Flandes, Felipe II le adjudicó la presencia de Juan de Escobedo en calidad de secretario personal. La razón parecía bastante sencilla. Quería seguir la pista de todos y cada uno de los movimientos de su hermanastro en previsión de alguna traición. Escobedo se había caracterizado por tener una brillante carrera como político a la vera de Felipe II. Nacido en la localidad de Colindres (Cantabria), fue educado en Madrid. Muy cerca de Palacio consiguió la protección de Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, persona muy próxima a Felipe II, gracias a quien consiguió ser secretario del Consejo de Hacienda, así como ser alcalde del castillo de San Felipe y de las Casas Reales de Santander.

Según apunta el historiador Geoffrey Parker, los miedos de Felipe II se basaban principalmente en la posibilidad de que don Juan creara un estado separado de la corona española ya fuera en Túnez o en Inglaterra. Ante esta tesitura, el monarca tuvo que decidir enviar a don Juan a Flandes a pesar de los problemas que podría acarrear tal decisión ya que, en definitiva, comprendía que únicamente la sagacidad estratégica de su hermanastro podría salvar los muebles de la quebradiza situación política de Flandes. Y lo cierto es que el plan tuvo éxito. Resueltos los problemas de los Países Bajos, don Juan y Escobedo escribieron al Rey transmitiéndole su deseo de regresar a España para, visto el éxito, encargarse directamente de la política del monarca. Según el también historiador François Mignet, las presiones para que el rey cediera se realizaron a través del propio Antonio Pérez, secretario del monarca. Pero la conmoción sobresaltó a todos cuando se supo la noticia de que Juan de Escobedo había sido apuñalado por un grupo de asesinos a sueldo a pocas manzanas el antiguo palacio real de Madrid. Eran más allá de las 9 de la noche del 31 de marzo de 1578. Es cierto que Escobedo, enviado en un principio junto a don Juan para vigilarlo, se convirtió con el paso del tiempo en uno de sus más acérrimos colaboradores. Sin embargo, no parecía razón suficiente como para justificar un crimen de Estado de esta magnitud. Las claves de lo sucedido, aunque no desveladas en su totalidad, han ido aportando pruebas sobre los posibles acontecimientos acaecidos en esa época.

En la época se habló de la existencia de varias cartas en donde quedaba patente la sospecha de que Escobedo y don Juan habían urdido un plan para la invasión de Inglaterra a espaldas de Felipe II con el único fin de formar un estado propio. Además, también se dijo más tarde en las Relaciones hechas públicas por Antonio Pérez en su juicio, que don Juan mantenía tratos sospechosos en Francia con el duque de Guisa y sus partidarios, y que al querer instalarse en Inglaterra lo que realmente se buscaba era caer poco después sobre Santander y apoderarse de España. Estas explicaciones, que podrían ser suficientes para justificar la existencia de alta traición y hacer así desaparecer a Escobedo era, en realidad, la excusa tomada por otro traidor para no ser delatado: Antonio Pérez, el secretario de Felipe II. Lógicamente, esa documentación nunca ha aparecido y ni siquiera pudo ser presentada por el propio Pérez cuando, más tarde, fue juzgado.

En este punto los historiadores no se ponen de acuerdo, pero es muy posible que Juan de Escobedo supiera algo más sobre los tejemanejes que se traía el primer secretario del monarca español. Como apuntan algunas hipótesis, puede que Escobedo encontrara a Pérez acostado con Ana Mendoza y de la Cerda, la controvertida princesa de Éboli (1540-1592), una extraña mujer a la que le faltaba el ojo derecho, razón por la que lucía un parche, viuda del anteriormente mencionado Ruy Gómez de Silva, amenazándole con delatarle al Rey. Ante la llamada de atención que Escobedo presentó a la princesa se dice que ésta, con cierto desaire, señaló al secretario de don Juan: "Haced lo que queráis, Escobedo, que más quiero antes el culo de Antonio Pérez que al Rey". Otros creen que Escobedo descubrió que la Princesa y Pérez vendían secretos de Estado a los enemigos de España. Aunque nunca se ha podido demostrar al no existir documentación para ello sino que simplemente se puede atisbar entrelíneas, es muy probable que Felipe II y la princesa de Éboli hubieran sido amantes. La historia que rodea a este suceso es tan oscura que cualquiera que fuera la verdad, lo cierto es que la situación preocupó a Antonio Pérez.

Antes de acabar a cuchilladas con Escobedo, Pérez tuvo la cara de invitarle en dos ocasiones a su casa para comer. En ambas intentó envenenarle, sin éxito. Esta primera vez, el 8 de marzo de 1578, se llevó a cabo en la llamada Casilla que Pérez poseía en Madrid. Con él se encontraba Melchor de Herrera, el conde de Chinchón y Nava de Puebla. Pero las dosis de "agua mortífera" que se le administraron en la bebida, para sorpresa de Pérez, perfecto conocedor de estas artes, no hicieron mella alguna en Escobedo. Poco después, en una nueva cena en esta ocasión en su casa del Cordón, Pérez mandó servir a Escobedo una fuente de nata a la que se le había añadido "unos polvos blancos como de harina", en realidad una mezcla de arsénico y solimán. Además, para asegurar la jugada, en la bebida se le volvió a servir el "agua mortífera". Pero, una vez más, y a pesar de que en esta ocasión Escobedo tuvo que guardar cama debido al mal de estómago y los vómitos que le provocaron los venenos, poco después estaba en pie lozano y saludable como siempre.

Una tercera ocasión, esta vez en casa del propio Escobedo, Pérez se las ingenió para introducir en la comida de su enemigo una nueva doses de solimán. En esta ocasión el envenenamiento fue detectado aunque, para sorpresa de Pérez la culpa cayó sobre una servidora morisca de Escobedo. Lo más alucinante de todo es que la joven reconoció haber sido ella la causante del envenenamiento, si bien su declaración se realizó bajo tormento. Sin embargo, la morisca señaló que el destinatario del crimen no era Escobedo sino su esposa, de quien había recibido últimamente agresiones. "Probada" la culpa, la joven fue colgada como escarmiento público. Ésta es la razón por la que, finalmente, se decidió emplear a seis valientes para acabar a cuchilladas con la vida del cántabro, a la sazón: Diego Martínez, Juan Rubio, Juan de Mesa, Antonio Enríquez, Miguel Bosque e Insausti, quien finalmente asestó las cuchilladas.

El principal problema de este caso que aún hoy, más de cuatro siglos después, todavía no tiene solución, es conocer quién fue la persona que mandó asesinar a Juan de Escobedo. Los principales sospechosos son dos, el propio Antonio Pérez y Felipe II. Éste quizás se vio atemorizado de las ansias de poder de su antiguo y ahora supuestamente desleal secretario. Además, se conserva documentación en la que el propio rey reconoce su participación. A esto hay que añadir que después del asesinato de Escobedo, Felipe II no hizo nada por saber quién había sido el autor. Por su parte, Antonio Pérez también debió de tener mucho que ver.

En cualquier caso, con el paso de los años Pérez fue tomado como chivo expiatorio de lo sucedido, aunque siempre Felipe II actuó contra él con mucha cautela ya que el antiguo secretario estaba en posesión de documentos comprometedores para la corona española. Este pasaje de la intrahistoria española del Madrid de los Austrias es probablemente uno de los momentos más apasionantes del reinado de Felipe II. Existen varias placas en Madrid que ubican algunos de los momentos de esta historia. Por ejemplo, en la esquina de la calle Mayor con la estrecha callejuela de la Almudena, donde precisamente se abren bajo un suelo acristalado los restos de al antigua arquitectura de la Almudena, podemos leer una placa que localiza el lugar en donde fue asesinado Juan de Escobedo. A pocos metros, al final de la calle Almudena, y frente al jardín que se abre al Palacio Real, otra placa llama la atención sobre los terrenos en donde estaban las casas de Ana de Mendoza y de la Cerda, la princesa de Éboli, cuyo verdadero núcleo estaba bajo los jardines empinados que se abren frente a la misma placa.


VÍDEOS DE Juan de Escobedo:
A continuación podemos ver un vídeo de Juan de Escobedo :







La Conjura del Escorial (2008) en Yahoo! Video



FOTOS DE Juan de Escobedo:










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