Marion
Michael Morrison -verdaro nombre de John Wayne- nació
el 26 de mayo de 1907 en Winterset ( Iowa, EEUU ). A los 5
años, se trasladó con su familia a California,
donde su padre -farmacéutico- abrió una farmacia
cerca de Los Ángeles. Morrison fue un buen estudiante,
que soñaba cursar la carrera de maríno. Sin
embargo, no logró ser admitido en la Academia de Annapolis.
Tras desempeñar oficios diversos como vendedor dehelados
o camionero, entró en1a universidad de California del
Sur, convirtiéndose en uno de los mejores jugadores
de fútbol americano. En unas vacaciones le dieron trabajo
en la Twentieth Century Fox como encargado de vestuario por
35 dólares a la semana. La primera película
en la que trabajó fue “¡Madre mía!”,
de John Ford, quien siempre contaba la anécdota de
cómo se conocieron. Rodaban el plano de una película
cuando Marion, creyendo que ya habían acabado, interrumpió
la filmación apareciendo en escena. La explosión
de cólera del director contra el intruso se convirtió
en una sonora carcajada cuando Ford vio la cara de susto del
torpe joven: fue el inicio de una amistadque duró toda
la vida. Tras aquel incidente, Morrison trabajó como
especialísta en escenas arriesgadas hasta que Ford
lo recomendó al director Raoul Walsh, quien en 1930
buscaba protagonista para “La gran jornada”. Marion
protagonizó el que sería su primer western con
el nombre de John Wayne porque el suyo no gustaba a los productores.
Para rodar la película Wayne tomó clases de
interpretación, pero el resultado fue tan nefasto que
Walsh tuvo que poner mucha energía para corregir tanta
afectación y efectismo. “La gran jornada”
fue un fracaso comercial, pero hizo mucho por la carrera de
John Wayne, aunque los comienzos de la estrella no fueron
fáciles. En 1931, lo contrató la Columbia para
protagonizar “westerns” junto con actores famosos
en el género. Al año siguiente, pasó
a la Warner Brothers donde hizo películas de presupuesto
ínfimo ambientadas en el Oeste. Luego, en la Mascot
Pictures, tuvo una etapa repleta de melodramas, (westerns)
y films de aventuras, dedicadas al público juvenil.
En 1933, Walme se casó con Josephine Sáenz,
la bella hija de un diplomático panameño, con
la que tuvo cuatro hijos: Michael, Antonia, Patrick y Melinda.
Su esposa le impulsó a replantearse su carrera, solicitando
papeles más acordes con sus posibilidades como intérprete.
Así fue como, desde entonces, Wayne hizo más
de ocho películas del Oeste al año, dirigidas
en su mayoría por Robert Bradbury. Esto supuso una
estupenda escuela para él: disparar, beber en el “saloon”
o cabalgar por el árido desierto se convirtieron en
parte de é1. Su naturalidad -una de sus virtudes más
alabadas después- nació en aquellos rodajes
de bajísimo presupuesto donde la primera toma era siempre
la buena. Uno de sus maestros fue Yakima Canutt, magnífico
especialista de películas de acción. De él
-reconocía el propio Wayne- copió su famosa
forma de andar, con pasos cortos y suaves balanceos de cadera.
Tras diez años trabajando duro, sin apenas reconocimiento,
llegó su primer gran éxito: “La diligencia”,
de John Ford. Estrenada en 1939, esta excelente película
inauguró la época de los grandes westerns y
convirtió a John Wayne en estrella del cine americano.Gracias
a “La diligencia”, Wayne pudo alternar malas películas
de bajo presupuesto (a las que estaba obligado por su contrato
con la productora Republic) y buenos filmes que, curiosamente,
le proponían las productoras rivales.
En 1940 volvió a ponerse a las órdenes de Raoul
Walsh para rodar “Mando siniestro” y, al año
siguiente, hizo su primera película en color: “El
pastor de las colinas”, dirigida por Henry Hathaway
para la Paramount. Ese mismo año ocupó el cuarto
lugar en la lista de los actores rnás taquilleros.
Otras buenas películas de esa época fueron “Hombres
intrépidos”, “Siete pecadores”,“Forja
de corazones”, “Piratas del Mar Caribe”,
o “Los usurpadores”, en la que tenía de
partenaire a Marlene Dietrich, con la que mantuvo un sonado
romance.
Divorciado en 1946, ese mismo año contrajo segundas
nupcias con Esperanza Baur, una explosiva actriz mexicana
a la que Wayne llamaba “chata”. La postguerra
alumbró la mejor época interpretativa del actor
que, en 1948, se metió en la piel de un oficial del
ejército para “Fort Apache”. Ese mismo
año hizo una de sus mejores interpretaciones en “Río
Rojo”, de Howard Hawks. Un año antes había
creado Batjiak, su propia productora, y rodó “Angel
and the Badman”.
En 1949, fue nominado por primera vez alOscar por su trabajo
en “Arenas sangrientas”, una película bélica
que todavía ahora se proyecta en las academias militares
como ejernplo de las virtudes del ejército. En la misma
tónica estuvo “La legión invencible”,
pero Wayne rompió este registro de heroísmo
con “El hombre tranquilo” (1951), una película
de John Ford donde interpretaba a un ex boxeador.
Los años 50 representaron para Wayne la estabilidad
profesional y la seguridad personal. Tras una relación
plagada de discusiones, en 1953 se divorció para, al
año siguiente, casarse de nuevo con Pilar Pallette,
una peruana a la que arrebató de las garras de un matón
a tiro limpio. Con ella tuvo su relación más
feliz y duradera y tres hijos más: Aissa, John Ethan
y Marisa Carmela. Durante esa época rodó “Centauros
del Desierto”, “Escrito bajo el sol”, y
“RíoBravo”, que, en 1959, le supuso su
reencuentro con Howard Hawks. En 1960, Wayne se estrenó
como director con “El Álamo”, que fue un
fracaso comercial, y en 1963 rodó su última
película con John Ford: “La taberna del irlandés”.
Probó suerte de nuevo como director en 1968 con “Boinas
Verdes”, donde quedó patente su rancio talante
político. Republicano y reaccionario, Wayne era un
militarista a favor de la guerra de Vietnam. Acusaba a los
jóvenes pacifistas de ser rniedosos, cobardes e ignorantes.
En 1968, estuvo a punto de presentarse como candidato a la
vicepresidencia, pero la operación se frustró,
en parte por el cáncer de pulmón que le habían
detectado. Según dicen, el actor podría haber
desarrollado esta enfermedadpor la explosión nuclear
que hubo en las inmediaciones del lugar donde se rodó
“El conquistador”. Convertido en uno de los actores
más taquilleros de los años 50 y 60, el “Duque”
-como se le apodaba- cobraba un millón de dólares
por película más un porcentaje de taquilla.
Además de su casa en Encino, tenía un rancho
en Arizona con miles de cabezas de ganado, un avión
y un fabuloso yate con el que viajaba por todo el mundo.
Su actuación más conmovedora la realizó
en “El hombre que mató a Liberty Balance”,
la más divertida posiblemente “¡Hatari!”
y consiguió un Oscar por “Valor de ley”.
A medida que fue haciéndose mayor su estela se fue
apagando hasta que, en 1976, separado amistosamente de Pilar,
rodó su último film: “El último
pistolero”. Unido sentimentalmente a su secretaria,
el 12 de junio de 1979 John Wayne falleció en un hospital
de Los Ángeles a consecuencia del cáncer. Tenía
72 años y estaba rodeado por sus siete hijos. Pidió
que en su tumba se escribiera, en español, como epitafio:
“Feo, fuerte y formal”. Un buen resumen para quien,
símbolo de masculinidad, sigue siendo uno de los astros
más admirados del cine cuando se cumple el centenario
de su nacimiento.
VÍDEOS DE John Wayne
A continuación podemos ver un vídeo de John Wayne :