Ingrid
Bergman nació el 29 de agosto de 1915 en Estocolmo
(Suecia). Su madre, Friedel, murió cuando ella tenía
dos años y su padre, Justus Bergman, falleció
diez años después. Al quedarse huérfana,
Ingrid fue a vivir con su tío Otto, un hombre culto
y refinado. Era entonces una muchacha alta y desgarbada, con
una timidez enfermiza que fue venciendo cuando entró
en la Escuela de Arte Dramático, donde estudió
durante tres cursos. A los l7 años conoció a
Petter Lindstrom, un dentista con el que contrajo matrimonio
en 1937. Antes de esa fecha, Ingrid había trabajado
en seis películas. Cuando el productor norteamericano
David Selznick, especializado en versionar éxitos del
cine europeo, vio una de ellas, “Intermezzo”,
le propuso rodarla en Hollywood junto con Leslie Howard. Ingrid
aceptó y, en 1939, desembarcó en Estados Unidos.
La llegada de la actriz, que supuestamente debía ser
la continuadora del éxito de Greta Garbo aunque nada
tenía que ver con “La Divina”, causó
sensación, pero por otros motivos: Bergman era una
mujer hermosa, alta, grande y que no usaba maquillaje.
Hollywood intentó cambiar su estilo físico
e incluso su nombre, pero ella se negó rotundamente.
Finalmente, consiguió mantenerse tal cual era y sería
esa extrema naturalidad la que revolucionaría los estereotipos
de las norteamericanas. <Intermezzo> la catapultó
a la fama, pero Bergman regresó a Suecia, donde rodó
dos películas más. Cuando estalló la
Segunda Guerra Mundial, Selznick y su mujer, Irene, pidieron
a la actriz que se instalara en Hollywood. Así fue
como Bergman volvió a California, esta vez con su hija
de un año, Pia, mientras su marido prestaba servicio
como médico en su país.
Al año de instalarse en EEUU, debutó en Broadway
con la obra “Lilliom”. En 1942 rodó “Casablanca”,
una de las películas más míticas del
cine de todos los tiempos. Pero Ingrid, que sustituyó
a Hedy Lamarr, la actriz para la que se había pensado
el papel, fue la primera sorprendida con el universal éxito
del filme, pues la filmación había sido caótica.
“Yo no sabía de quién debía estar
enamorada, si de Paul Henried, que era mi marido en la ficción,
o de Humphrey Bogart”, dijo en una ocasión. Quizás
la clave de “Casablanca” fue su mezcla de pasión
y heroísmo en un momento en que Europa luchaba contra
la barbarie nazi. El mítico Bogart eclipsó ligeramente
a Bergman, quien ese mismo año rodó junto a
Gary Cooper “¿Por quién doblan las campanas?o,
adaptación de la novela de Ernest Hemingway sobre las
andanzas de un periodista norteamericano en la guerra civil
española. Bergman interpretaba el papel de una campesina
e impuso un estilo de pelo corto que hizo furor. En “Luz
de gas”, de George Cukor, junto a Charles Boyer, su
papel de esposa engañada que va enloqueciendo día
a día le valió su primer Oscar en 1944. En los
años siguientes rodó dos películas de
Hitchcock, “Recuerda” y “Encadenados”,
e hizo de monjita en “Las campanas de Santa María”
o de heroína en “Juana de Arco”. Todas
esas películas la convirtieron en estandarte de una
moral virtuosa y convencional.
En 1947, “Roma, ciudad abierta”, del director
italiano Roberto Rossellini, le cambió la vida. La
vio en Los Ángeles con su marido y quedó fascinada
por esa forma nueva de hacer cine. “Creo que en la raíz
de mi alma me enamoré de Roberto en cuanto vi Roma,
ciudad abierta. Ya no pude borrarlo de mi pensamiento. Aunque
de modo subconsciente, me ofreció la solución
de mis dos problemas capitales: mi matrimonio y mi vida en
Hollywood”, escribió años después
en su autobiografía. Un año más tarde,
tras ver otra película de Rossellini, “Paisá”,
decidió viajar a Europa para conocer al realizador.
Antes de verse le escribió una carta en la que decía:
“Si necesita usted una actriz sueca que habla inglés
que no ha olvidado el alemán, que chapurrea el francés
y que del italiano sólo sabe decir ti amo entonces
cuente conmigo”. Rossellini no desaprovechó la
oportunidad. Era uno de los grandes creadores del neorrealismo
italiano, el más duro a la hora de narrar las miserias
de la postguerra, pero tenía pocos medios y la presencia
de una actriz tan popular como Bergman era una buenísima
ayuda.
Se vieron por primera vez en París en 1949 y ambos
quedaron mutuamente fascinados. Decidieron hacer “Stromboli,
tierra de Dios”,que abriría una nueva etapa en
la vida profesional y personal de la actriz sueca. Dejó
a su marido y su hija de 10 años (los tribunales le
quitaron la custodia) y se fue a vivir con Rossellini. El
director padre de un hijo, Renzo, de una primera relación,
rompió el romance que mantenía con Ana Magnaní.
La gran actriz, fiel a su fuerte temperamento meridional,
le estampó a Rossellini un plato de espaguetis en la
cabeza cuando supo que la dejaba por otra. En Estados Unidos
estalló el escándalo cuando el marido de Ingrid,
por intentar salvar su matrimonio, aireó a los cuatro
vientos el adulterio. Eran los años del terrorífico
Comité de Actividades Antiamericanas, la famosa caza
de brujas del senador McCarthy y las iras de las mentes bien
pensantes se descargaron contra la pareja. Intentaron hundir
la carrera de la actriz, bloquearon sus cuentas, difundieron
rumores de todo tipo y se escribieron miles de artículos
descalificadores contra ambos... especialmente cuando Robertino,
el primer hijo de la pareja, nació antes de que hubieran
contraído matrimonio.
En 1952, ya casados, nacieron sus dos hijas mellizas, Isabella
e Issota. La familia se instaló a 60 kilómetros
de Roma y fue una etapa de vida intensa y difícil.
En medio de grandes apuros económicos, Rossellini,
que poseía un carácter genial pero también
tiránico y absorbente, prohibió a su esposa
trabajar con otros grandes directores que la reclamaban, como
Visconti o Fellini. Durante los siguientes años hicieron
juntos seis películas, que entonces no se entendieron,
pero que ahora han quedado como muestra de un excelente cine.
Pero, en 1956, el fuego que les había unido inicialmente
se apagó y el matrimonio se rompió. Ese año,
Bergman rodó “Anastasia”, con Yul Brinner,
que le valió su segundo Oscar y le abrió de
nuevo las puertas dela sociedad norteamericana, que pareció
perdonarle sus pecados. También ese mismo año
su marido se enamoró de una jovencísima actriz
india, a la que embarazó,y la dejó. Aunque no
fue un divorcio fácil,la pareja quedó como amigos
y tuvieron una buena relación hasta 1977, fecha de
la muerte del realizador.
De vuelta a Hollywood, Bergman recuperó su condición
de estrella. Rodó con directores importantes y en 1974
obtuvo su tercer Oscar como actriz secundaria en “Asesinato
en el Oriente Express”. Para entonces llevaba años
casada con Lars Schmidt, un productor sueco con el que vivió
su época más feliz y tranquila. En 1975 se le
detectó un cáncer de mama que no le impidió
seguir trabajando. En 1978 hizo uno de sus mejores papeles
al interpretar el papel de madre de Liv Ullman en “Sonata
de otoño”, de Ingmar Bergman, y años después,
una serie de televisión en la que dio vida a Golda
Meir. Falleció el 30 de agosto de 1982, un día
después de celebrar su 67 cumpleaños en su casa
de Londres con sus hijos, amigos y su último marido,
del que ya se había separado.
VÍDEOS DE Ingrid Bergman
A continuación podemos ver un vídeo de Ingrid Bergman :