Ignacio de la Torre y Mier



BIOGRAFIA DE Ignacio de la Torre y Mier

Nombre Real: José Ignacio Mariano Santiago Joaquín Francisco de la Torre y Mier.
Ocupacion: empresario, político y hacendado.
Nacimiento: 25 de julio de 1866.
Lugar de Nacimiento: Ciudad de México, México.
Fallecimiento (†): 1 de abril de 1918 - Nueva York, Estados Unidos.


Ignacio de la Torre y Mier fue uno de los seis hijos que tuvieron Don Isidoro De la Torre y Gil y Doña Luisa Mier y Terán y Celis hija de los acaudalados; Gregorio de Mier y Terán y María de Celis. Don Isidoro había sido el fundador de la casa Jecker Torre & Cía., responsable de emitir los bonos que serían pretexto de la intervención francesa, así también Don Isidoro fue un prometedor hacendado; tenía 10 haciendas y vivía con su familia, en el palacio de los Marqueses del Apartado. Así que empezamos diciendo que Ignacio de la Torre y Mier, nació en 1866.

Nacho era de los pocos hacendados con cierto interés por la productividad de sus tierras. Su hacienda era la de Santiago Tenextepango, en el municipio de Cuautla; la más productiva de entonces; con tan solo 16 mil hectáreas, consagradas a la producción de caña de azúcar. Tras la guerra de independencia de Cuba, el Estado de Morelos competía con Hawai y Puerto Rico; por ello Don Ignacio invertiría en trabajos de infraestructura para sus tierras. El hombre era rico y como toda loca, visionaria.

Nacho tenía una casa de comercio con la que canalizaba, hacia el exterior, la venta de sus productos valiéndole las relación con su suegro; cultivo la amistad con varios funcionarios. Nachito, además era dueño de la hacienda de San Nicolás Peralta, en el municipio de Lerma, en el Estado de México; sin embargo cometió varios abusos, como el corregir el cause de uno de los ríos que desembocaba en la laguna de Lerma, que desbordó cada año en el pueblo de San Francisco. De haber nacido el Chiquiverde, lo hubiéramos denunciado.

Don Ignacio, era todo un aristócrata y prueba de ello fue el exitoso matrimonio de su hermana Susana quien casó con Mexcene conde de Polignac; a la larga serían los abuelos del Príncipe Rainero III de Mónaco. No esta de más decir que el mismo Nacho se había casado el 16 de enero de 1888 con Amada Díaz, la hija favorita del presidente Don Porfirio Díaz Mori y de Delfina Ortega Díaz. Nacho había conocido a su esposa en un baile celebrado en la primavera de 1887 y después de un corto noviazgo recibieron la bendición del arzobispo de México, Antonio Pelagio de Labastida y Dávalos; sellando la paz entre Iglesia y Estado. El matrimonio estaría condenado al fracaso, ya que el acaudalado yerno “escandalizaría a la sociedad por sus costumbres licenciosas”. A pesar de ello era miembro de la familia presidencial y como tal sería testigo de las bodas de Luz Díaz con Francisco Rincón Gallardo miembro de uno de los linajes más antiguos de México, de Porfirito y Luisa Raigosa.

Durante algún tiempo Don Ignacio estuvo interesado en la política y poco tiempo después de casarse y con ayuda de su suegro, obtuvo una curul de titular en la Cámara de Diputados, en 1892 se lanzó para contender por la gubernatura del Estado de México y tenía los medios para hacerse de ella: era yerno del presidente, diputado de la XVI Legislatura y miembro de la dirección del Banco de Londres y México; sin embargo su candidatura estuvo llena de problemas o boicots como diría el Peje. Amada, siempre apoyando al mayuyo le escribió a su padre, quién le negó su ayuda; contestándole que con gusto lo haría si este enfriaba “sus relaciones con los que el llamaba amigos”.

Después de esto, decidió retirarse de la contienda, dejando que el Gral. Villada se reeligiera, a raíz de ello las relaciones con su suegro se limitaron a ser ceremoniosas y tirantes. Parece que el comportamiento del presidente, se debía a que Ignacio solamente se acordaba de Amada, cuando debían de lucir en sociedad, por lo demás; él se encerraba en una de las alas de la mansión de Reforma. En algunas ocasiones cuando Nacho viajaba al extranjero con “amigos”, Don Porfirio lo mantenía bajo vigilancia de los cónsules mexicanos.

Amada terminó por aceptar la homosexualidad de Nacho quién había protagonizado el baile de los 41. Estos bailes se desarrollaban regularmente en distintos lugares de la ciudad de México, por cierto número de amigos de clase alta como Antonio Adalid y Alejandro Redo de la Vega. “El 20 de noviembre de 1901, en la calle de la Paz, la policía interrumpe una reunión de homosexuales, algunos de ellos vestidos de mujer. Según el rumor perdurable, entre ellos se encuentran representantes de familias notables del porfiriato que compran su libertad [...] el chisme se desborda, contando la huída por las azoteas del más prominente de los afeminados, don Ignacio de la Torre...”. El castigo de quienes no compraron ni libertad, ni silencio fueron los trabajos forzados en el Valle Nacional, Yucatán.

En aquellos días todavía no circulaba, en México el término homosexual; así que Don Ignacio y sus amigos seguramente se tenían por “maricones”; vivían como muchos de nosotros lo hemos hecho; entre el pecado y el placer; entre la mentira y la verdad. “Las autoridades refrendan su moralidad con arrestos, humillaciones y golpizas; mediante la persistencia de su conducta los maricones intuyen borrosamente sus derechos”. Uno de los grandes logros de la redada de los 41, es darle un nombre, un significado cabalístico al número; ya que si bien algunos terminaron en prisión, las leyes mexicanas a la par del Código Napoleónico no prohibía la homosexualidad o la sodomía; con la esperanza de no darle poder a la palabra, al mencionarla.

Además de los hombres, Nacho gustaba de las carreras de autos y el alcohol, que gustaba de combinarlos, dejando a veces plantados a sus familiares políticos. Ignacio, tenía muy mal genio (propio, de las casadas closeteras)a pesar de ser un buen anfitrión, que tenía lo último de lo último en moda. Nacho era alto, delgado, traga años y con una exquisitez para vestir; así como tenía mal genio, así podía ser generoso y hospitalario con sus amigos. Otra de sus aficiones era su colección de trajes y zapatos que lucía a sus amistades como “la biblioteca”.

En 1906 Nacho conoce a Emiliano Zapata, “recargado bajo la sombra de los cacahuates que rodeaban el corral de la hacienda de San Carlos Borromeo”; Ignacio quedó prendado y pidió referencias de aquel hombre “callado, moreno, orgulloso...”. Nacho supo que Zapata vivía en Anenecuilco y que era gran conocedor de caballos. Durante las elecciones para la gubernatura de Morelos, Zapata contactó a Jesús Flores Magón; razón por la cual fue reclutado en uno de los regimientos de caballería de Cuernavaca. Nacho en calidad de diputado y yerno del presidente intercedió por el: “En la casa de la Cadena, mientras tomaban el café, le planteó su petición con respecto de Zapata.

-Nacho- le contestó don Porfirio- ese hombre le va a dar a usted muchos dolores de cabeza.”

No solo lo consiguió la liberación de Zapata; sino que se lo llevó a vivir con él a la capital; trabajando seis meses como caballerizo mayor de las caballerizas de su mansión en Reforma donde presencio los festejos del Centenario de la Independencia, poco después volvería a su tierra, resentido al ver que los caballos de don Nacho; vivían mejor que los campesinos de Morelos. Algunos meses antes de la revolución, Nacho se encontraba feliz ya que su hacienda tenía un valor de 1’300,000 pesos –de los de antes, los que si valían, ahora agréguenle unos tres ceros más-.

Tras la renuncia de Díaz, la noche del 25 de mayo de 1911, Nacho y Amada le verían partir en el andén de San Lázaro rumbo a Veracruz. Don Ignacio de la Torre, fue un opositor al gobierno de Madero, pues financiaba muchos de los diarios que le atacaban. El 22 de febrero de 1913 Nacho se implicaría en el asesinato del presidente Madero, al rentar el auto donde Pino Suárez sería trasladado a Lecumberri. Poco después de este hecho, dejaría su mansión de Reforma, para vivir en su casa de Tacubaya llamada la quinta del Parque Lira.

Durante la Revolución Mexicana, la mansión de Nacho, sería incautada por órdenes del Gral. Pablo González. Nacho sería detenido por órdenes de Venustiano Carranza bajo los cargos de ataque con calumnias al gobierno de Madero y el apoyo a la dictadura de Huerta. “Nacho desde entonces, tuvo que sobrevivir en una de las celdas del penal de Lecumberri. Ahí pasaba la mayor parte de la jornada, “siempre doliente, ojeroso y tendido sobre un catre de riquísimos edredones y mantas”. Amada lo iba a ver todos los días, al principio con trabas y luego sin ellas, gracias al escritor Martín Luis Guzmán. Mientras Amada hacia lo que creía su deber, Nacho se esperanzaba en el triunfo de Zapata.

El 21 de octubre de 1914 Joaquín Amor, le escribiría a Zapata para que intercediera por algunos hacendados que estaban en la cárcel; entre ellos estaba Don Ignacio. Al ver Zapata la traición de Carranza, lanzó un manifiesto a la nación en la que lo desconocía y se pronunciaba en contra de los latifundistas como Ignacio de la Torre y Mier. A su llegada a la ciudad de México, Zapata en un gesto de generosidad sacó de la cárcel a Nacho y lo mantuvo en custodia con Gustavo Baz quién le preemitió que se dedicara al comercio del maíz.

Nacho se pasó de listo al traficar con el maíz y al mantener una guardia blanca, haciéndose pasar por General del Ejército del Sur ¡Ya ven mantas, como se las gastan en mentir! ¡Y que le cae el chahuistle, desde entonces lo mantuvo bajo arresto domiciliario y sin dinero, como toda una adelita primero en Cuernavaca, donde recibió la noticia de las expropiaciones de sus haciendas, Yautepec y Cuautla. Para 1915, el gobierno de Carranza firmó una orden para proceder contra Ignacio de la Torre y Mier, Amada sabía que el destino final de Nacho sería la cárcel, ganara quien ganara.

A finales de 1917, cuando los carrancistas tomaron la ciudad de Cuautla; Ignacio aprovechó la confusión para escapar entre el tumulto de reos que salieron. Un amigo le prestar un caballo para que huyera hacia Puebla, donde se disfrazo para poder salir a los Estados Unidos. Nunca volvería a ver a Amada. Ignacio de la Torre y Mier, el número 41, había fallecido en el hospital Stern de Nueva York el 1º de abril de 1918, apenas había llegado en un vapor con una atroz dolencia de hemorroides, producto del trato recibido por los zapatistas. Los médicos optaron por operar de inmediato las venas del esfínter, fracasaron y Nacho no sobrevivió. El gobierno de Carranza le devolvería algunos bienes, aunque fuese ya tardío para el pobre Nacho.

Amada Díaz tuvo que lidiar con muchos problemas económicos que le había dejado Nacho. Nacho murió creyendo que era rico y por eso heredó cantidades enormes, sin saber que ya no las tenía, como a Luis Alanís su camarero quien nunca vio los cien mil pesos. Amada terminó vendiendo las propiedades de Nacho para pagar sus deudas. Doña Juana pide un minuto de silencio por este personaje que al igual que otros 40 nos dieron, una presencia, un significado y sobre todo la decisión de no volver atrás
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