Emilia
Pardo Bazán y de la Rúa nació el 16 de
septiembre de 1851 en A Coruña. Fue hija única
de José Pardo Bazán y Mosquera y de Amalia de
la Rúa Figueroa y Somoza, un matrirnonio noble de talante
liberal, propietario de un caserío en Sanxenxo y del
pazo de Meirás. Aleccionada por sus padres, Emilia
se aficionó a la lectura desde muy pequeña gracias
a la imponente biblioteca familiar. A los 8 años, escribió
sus primeros versos y, a los 15, su primer cuento, “Un
matrimonio del siglo XIX”, que sería el primero
de los 600 que publicaría a lo largo de su vida. Don
José Pardo Bazán era abogado y político,
por lo que pasaban los inviernos en Madrid, donde Emilia completó
su educación en un elegante colegio francés.
Su carácter rebelde y feminista empezó a mostrarse
a los 12 años cuando jugaba indistintamente con juguetes
de niño o de niña y se negaba a recibir las
típicas clases de rnúsica y piano.
Tenía sólo 16 años cuando se casó
con José Quiroga, un estudiante de Derecho cuatro años
mayor que ella y perteneciente a una familia pudiente venida
a menos de Carbllino (Ourense). La boda se celebró
en la capilla del pazo de Meirás el 10 de julio de
1868, un año que Emilia definió como clave en
su vida: “Me vestí de largo, me casé y
estalló la Revolución”. Tras el enlace,
la pareja se instaló en Madrid, donde también
vivía su padre. Pero éste, que había
sido carlista, tuvo graves discrepancias con los nuevos gobernantes
de la Revolución Liberal y, en 1873, decidió
abandonar España junto al joven matrimonio. En aquel
viaje a caballo entre el autoexilio y el turismo cultural
pasaron largas temporadas en Francia, Gran Bretaña,
Italia y Alemania. Emilia aprendió inglés y
alemán, sin profesor, para poder leer en el idioma
original a los principales autores de cada país que
recorría.
En 1876, nació su primer hijo, Jaime, a quien le dedicaría
su único libro de poemas. En 1879, llegó Blanca,
su segunda hija, justo antes de publicar su primera novela,
“Pascual López, autobiografia de un estudiante
de medicina”, que no era su genero preferido. En 1881
nació su tercer hija, Carmen. Enérgica, poco
femenina al uso y amante de la polémica, al año
siguiente empezó a escribir una serie de artículos
que se reunieron posteriormente en un libro titulado “La
cuestión palpitante”. Trataba temas tabú
como el alcoholismo, la prostitución, el incesto, la
defensa del amor libre o la educación como camino para
la liberación de la mujer. Su publicación fue
un escándalo de tal magnitud que su marido le exigió
que se retractara de sus ideas y dejara de escribir. La respuesta
de Emilia fue enviar a su esposo a freír espárragos
y, dos años después, se separó de él.
Nunca llegó a divorciarse por sus convicciones católicas,
pero, por si a alguien le había quedado dudas de las
causas de la ruptura, aquel mismo año publicó
“La ama joven”, libro sobre las crisis matrimoniales.
Sus hijos se quedaron con ella, viviendo a caballo entre Madrid
y A Coruña.
“Los pazos de Ulloa”, su obra maestra, se publicó
en 1886. Era su quinta novela y en ella describió con
toda rudeza la decadencia de la aristocracia gallega. Empeñada
en “vivir de mi trabajo”, lo lograría con
creces. Prácticamente, escribiría un libro por
año además de dirigir y colaborar en diferentes
revistas y periódicos de la época con artículos
de viajes, ensayos y cuentos. También escribió
obras de teatro y, en 1906, estrenó en Madrid la obra
“Verdad y cuesta abajo”, aunque con poco éxito.
Emilia nunca había estado realmente enamorada de su
marido y el suyo había sido un matrimonio de conveniencia.
Viajaba mucho sola, estuvo de corresponsal en Roma y París
para el periódico “El Imparcial” y pronto
empezó a tener relaciones extramatrimoniales con otros
escritores populares de la época. Por su lecho pasaron
desde Blasco Ibáñez a los, por entonces jóvenes,
Lázaro Galdiano y Narcís Oller. Emilia, que
no era agraciada fisicamente, estaba en boca de toda la sociedad
coruñesa con comentarios “a veces muy descarnados
y,en más de una ocasión, llegarían al
marido miradas burlonas y conmiserativas, comentarios en voz
baja que cuestionaban su honor y hasta su virilidad”,
escribe Eva Acosta en su libro “La luz de la batalla”
(Ed. Lumen), una reciente biografia sobre la autora gallega.
José Quiroga se dedicó a la política
y llegó a ser presidente del Círculo de Artesanos,
pero nunca pasó de ser el marido consorte de esa mujer
de personalidad arrolladora. Murió en 1912 en su pueblo
natal.
El gran y verdadero amor de Emilia fue Benito Pérez
Galdós, nueve años mayorque ella y que nunca
se llegó a casar. Ambos se convirtieron en ardorosos
amantes, primero en encuentros clandestinos, después
en un viaje secreto por media Europa que acabaría reflejándose
en sus respectivas obras literarias. Su relación, basada
en la mutua admiración, duró 20 años,
aunque durante este tiempo ambos tuvieron otros amantes esporádicos.
En 1890, murió el padre de Emilia, al que ella adoraba
y del que heredó el título de condesa de Pardo
Bazán si bien no lo usaría hasta 1908, cuando
el rey Alfonso XII se lo entregó por sus méritos
literarios y su reconocida labor cultural y social. En 1910,
fue nombrada consejera del Ministerio de Instrucción
Pública y, posteriormente, catedrática de Literatura
Contemporánea en la Universidad Central, siendo la
primera mujer en ocupar estos cargos aunque, tal y como era
la sociedad de aquella época, acabó dando clases
a un solo alumno. Otra de sus muchas espinas clavadas fue
que nunca consiguió entrar en la Real Academia Española.
Sus colegas de profesión se negaron, hasta en tres
ocasiones, a admitir a una mujer en la institución
y, menos aún, con su feminismo militante. “No
sirven para nada unas leyes que permiten a la mujer estudiar
una carrera y luego no ejercerla”, argumentó
ella con toda la razón. De hecho, no sería hasta
1978 cuando una mujer pudiera sentarse en un sillón
de la academia encargada de “fijar y dar esplendor”
a la lengua castellana. Y ello, pese a que fue, junto a Benito
Pérez Galdós, José María de Pereda
y Leopoldo Alas “Clarín”, la escritora
más leída de la época. Los dos últimos
la despreciaban. Clarín no podía soportar que
le compararan intelectualmente con una mujer -y que ella vendiera
más libros que él- y la llegó a llamar
“esa puta” en una carta a Galdós. También
Pereda se refería a la obra de Emilia como “pornográfica”,
y tanto los partidos políticos como la Iglesia se escandalizaban
por sus obras y por su conducta ante los hombres, que calificaban
de inmoral y promiscua.
Su madre, doña Amalia, falleció en 1915. Ella
se había encargado siempre de la administración
y gestión de la casa para que su hija se dedicara en
cuerpo y alma a la literatura. Emilia no le sobrevivió
mucho. Padecía diabetes y una complicación acabó
con su vida el 12 de mayo de 1921 cuando, a los 70 años,
seguía escribiendo con el mismo ímpetu que puso
en sus primeros poemas de adolescente. El día fue considerado
“duelo de estado”, siendo enterrada en la cripta
de la iglesia de la Concepción de Madrid. Dejó
41 novelas, siete dramas, cientos de ensayos, casi 600 cuentos...
y dos libros de cocina.
VÍDEOS DE Emilia Pardo Bazan
A continuación podemos ver un vídeo de Emilia Pardo Bazan :