Concha Piquer, la reina de la canción española

Concha PiquerConcepción López Piquer nació en la valenciana calle Ruaya el 8 de diciembre de 1906, el mismo día en que el rayo de una aparatosa tormenta mató al campanero del Miguelete. Su padre, Pascual, era un humilde albañil de origen turolense y su madre, Ramona, una modista valenciana. Cuando tenía tres años su madre se quedó nuevamente embarazada, pero a los ocho meses sufrió un aborto y perdió el hijo. Al parecer, fue a su hermanito muerto al que le cantó su primera canción.

Su infancia fue pobre, aunque pudo hacer los estudios primarios. Sin embargo, no eran los libros la afición de aquella niña, sino cantar. Se sabía de memoria las canciones que oía por la calle y aprendió sola a tocar las castañuelas. Un buen día, por decisión propia y sin que sus padres lo supieran, se presentó en el teatro Sogueros y, vestida con su traje de Primera Comunión, se puso a cantar para el empresario. Éste le pagó un duro, una cantidad nada despreciable para la época, y le pidió que volviera todos los domingos.

Después de varias semanas oyéndola cantar, el empresario se puso en contacto con los padres de la niña a los que convenció para que la llevara a una academia. Pese a que tenían varias hijas más, el matrimonio estuvo de acuerdo porque sabían que Conchita poseía una voz fuera de lo común; y la niña estudió canto con el maestro Laguna.

A partir de ahí, el camino de Concha Piquer fue un ascenso hacia la fama. Hizo su debut artístico en El Dorado, para luego actuar en los cines y teatros de la provincia hasta llegar al Apolo, donde actuó durante 25 días seguidos, temporada récord para una jovencita principiante.

Debido a los apuros económicos de la familia era su madre quien le hacía los vestidos con los que actuaba, hasta que entró en la misma compañía de una cantante llamada Carmen Flores, lo que le proporcionó unos ingresos fijos y un cierto desahogo económico. Con 14 años recién cumplidos, Concha se cruzó con el hombre que sería su segundo descubridor: el maestro Manuel Penella, que la oyó cuando actuaba en el teatro Kursaal de Valencia. Prendado de su voz, Penella la invitó a acompañarle a Nueva York y luego a México. Nunca llegó a ese país centroamericano. En Nueva York, Penella estrenó un espectáculo de ópera llamado “El gato montés” y, en el entreacto del estreno, el 13 de septiembre de 1922, Concha cantó la canción “El florero”. El tema gustó tanto que aquel día tuvo que repetirlo seis veces ante un público que le aplaudía entusiasmado.

Al poco tiempo debutó en el Winter Garden de Nueva York con la revista musical “The dancing girl”. A sus 14 años de edad nadie podía imaginarse que aquella chica delgada y de ojos negros iba a ser la artista más importante de la canción española. Disciplinada y trabajadora, Conchita aprendió inglés y acudió a diario a clases de canto, baile y guitarra. Los cinco años que vivió en Nueva York y actuó en Broadway le hicieron perder sus aires provincianos, aunque nunca llegó a aclimatarse a la ciudad de los rascacielos y vivía en una perenne sensación de nostalgia, que se acrecentó cuando su madre, que la había acompañado, volvió a Valencia al haber enfermado otra de sus hijas.

A su regreso a España, en julio de 1927, Concha tenia todos los componentes para ser una estrella. Dominaba a la perfección los diferentes géneros de la revista norteamericana y en sus primeras actuaciones españolas cantó en inglés, bailó, recitó e incluso se vistió de hombre para, con el rostro pintado de negro, imitar al entonces popularísimo actor norteamericano Al Johnson. Sin embargo, el éxito le llegó con el tema “En tierra extraña”, canción que describía una triste cena de Navidad en Nueva York.

Dotada de una particularísima capacidad dramática para la interpretación de los temas musicales, Concha decidió que no quería ser artista de variedades, al uso de la época, sino sólo cantante. Creó su propia compañía y en sus actuaciones recogía una canción en valenciano, “La maredeueta”, tema al que tildaron de irreverente porque contaba las peripecias de un escultor que realizaba la imagen de la Virgen de los Desamparados tomando como modelo a su amante.

Su primera película, “El negro que tenía un alma blanca”, la rodó en aquel triunfal año 1927. Dos años después rodó la segunda: “La bodega”.Ese mismo año su vida experimentó un cambio importantísimo al conocer al que sería el hombre de su vida. Fue en Barcelona donde por primera vez vio al torero Antonio Márquez, entonces en la cumbre de su fama taurina, aunque el amor surgió cuando los dos volvieron a coincidir en un baile de máscaras, en Madrid, en el teatro de la Zarzuela. Márquez estaba entonces casado con una cubana con la que tenía tres hijos, pero se separó de ella para unirse a la cantante. Se casaron en 1933, año en que Concha hizo una gira de tres meses por Argentina. La pareja hizo realidad una historia de amor que parecía extraída de un copla: la de un torero de fama y una tonadillera de tronío.

En 1934 Concha rodó su tercera película, “Yo canto para ti”, pero sus incursiones en el cine no tuvieron demasiada repercusión popular, exceptuando “La Dolores”,que protagonizó en 1939. Diez años después rodaría “Filigrana” y se despidió definitivamente del cine en 1966 con su aparición en “Clarines y campanas”.

Durante los años de la guerra civil española conoció a las personas que marcarían su carrera profesional. Rafael de León, con sus letras, y los hermanos Quintero y Quiroga, con la música, dieron un cambio radical en la imagen de Concha. Dejó definitivamente las influencias norteamericanas para dedicarse por entero a la canción española. Los mejores compositores de la época le escribieron canciones que Concha hizo inmortales.”Ojos verdes”, “A la lima y al limón”, “Coplas de Luis Candelas”, “Dime que me quieres”, “La Parrala”, “La otra” o “Tatuaje” fueron algunos de los temas que interpretó con tal maestría que nadie ha conseguido, después, superarla. Tenía la rara virtud de interpretar las canciones en la justa medida que el tema exigía, sin pasarse ni quedarse corta. La voz de Concha, difundida por la radio, se convirtió en parte de la historia sentimental de la durísima posguerra española. Pero no sólo triunfó en España, sino que obtuvo grandes éxitos en sus giras por Argentina, Cuba, México y Uruguay. Tanto fue así que hizo popular el dicho de “Viajas más que el baúl de la Piquer”.

Trabajadora infatigable, doña Concha se retiró en 1958 cuando una faringitis mal curada la dejó afónica el mismo día que tenía que actuar en el pueblo onubense de Isla Cristina. Se retiró de los escenarios siendo la número uno del género y cuando la canción española estaba en su edad dorada. Su fuerte temperamento y su facilidad para la crítica hizo que no tuviera nunca amigas entre sus compañeras y seguidoras, a las que desvalorizaba sin contemplaciones. Ya retirada, doña Concha sólo volvió a subirse a un escenario, aunque no cantó, para, en 1969, dar en Valencia la alternativa artística a su hija, Conchita Márquez Piquer, la única que tuvo, ya que se le murieron dos hijos varones. La hija, sin embargo, nunca alcanzó la fama de su mítica madre.

Durante su discreta y larga jubilación en un piso de la Gran Vía madrileña, Concha Piquer vivió diversos dramas como la separación de su hija de su marido, el torero Curro Romero, la muerte en accidente de tráfico, en 1986, de su nieta Coral y la muerte de su marido, Antonio Márquez, en 1988. Dos años más tarde, un paro cardíaco apagó la vida de la artista el 12 de diciembre, cuatro días después de haber cumplido los 82 años. Amortajada con una mantilla blanca y con una multitud que acudió a darle el último adiós, recibió sepultura en el cementerio madrileño de San Isidro.



VÍDEOS DE Concha Piquer
A continuación podemos ver un vídeo de Concha Piquer :





Fotos de Concha Piquer:



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