Rodrigo
Díaz nació en una fecha incierta del año
1043 en Vivar, pequeña aldea situada a siete kilómetros
de Burgos, ciudad entonces fronteriza con el Reino de Navarra.
Su padre, Diego Laínez, era miembro de la nobleza menor
del reino burgalés y su madre, Teresa Rodríguez,
era hija de Rodrigo Álvarez, primer conde de Asturias.
Su bisabuelo paterno fue Laín Calvo, legendario juez
de Castilla, que rigió los destinos de ese reino cuando
se independizó de León. Desde niño, Rodrigo
mostró inclinación por la carrera militar y,
a los 16 años, uno después de quedarse huérfano
de padre, fue armado caballero en una iglesia de Zamora, por
el príncipe don Sancho, del que era amigo desde la
infancia.
El rey Fernando I murió en el 1065 y, tras repartir
su reino entre sus hijos varones, subió al trono de
Castilla su hijo Sancho II, quien nombró a Rodrigo
su Alférez Real. Así fue como Díaz de
Vivar combatió junto a él, como jefe de las
tropas reales, contra Alfonso VI, soberano de León,
y contra García, señor del reino de Galicia,
hermanos ambos de don Sancho. Célebres fueron las batallas
de Llantada (1068) y Golpejera (1072), con las que los castellanos
se anexionaron León y Galicia, apresando a sus soberanos.
Antes, en el 1067, Rodrigo había vencido a Jimeno Garcés.
Alférez de Navarra, cuyo rey disputaba a Castilla el
dominio de ciertos castillos fronterizos. Después de
un furioso combate individual en el que Vivar se alzó
con el triunfo, el público empezó a llamarle
“Campeador”, es decir, “campeón invicto”,
título con el que pasaría a la posteridad. Su
fama de guerrero valiente e invencible traspasó los
límites del reino castellano y llegó a oídos
de los musulmanes, que eran reyes de diversos reinos en la
península Ibérica.
Comandados por su soberano y el Campeador, los castellanos
sitiaron Zamora donde doña Urraca, también hermana
del rey Sancho, se había atrincherado amparada por
la nobleza de León. Durante el asedio, don Sancho cayó
asesinado a manos de un traidor y Rodrigo Díaz decidió
levantar el asedio para enterrar a su amigo y soberano en
el Monasterio de Oña.
De regreso a Burgos, la situación del Campeador cambió.
Relevado del cargo de Alférez Real, Alfonso VI le nombró
procurador para dirimir pleitos, aunque conservó su
status de caballero de la corte. El nuevo soberano intentaba
una política de acercamiento entre castellanos y leoneses.
A tal efecto, dispuso la boda de Rodrigo con Jimena Diaz,
prima suya y bisnieta de Alfonso V de León. Dicho matrimonio
se celebró el 19 de julio del 1074. De esta unión
nacieron tres hijos: Diego, María –que se casaría
en segunda nupcias con el conde de Barcelona- y Cristina,
casada con el infante Ramiro de Navarra.
Pero Rodrigo seguía pensando que Alfonso había
tenido mucho que ver en el asesinato de su amigo Sancho y,
el día de la coronación del nuevo rey en la
iglesia de Santa Gadea de Burgos, le obligó a jurar
sobre las Sagradas Escrituras que nada había tenido
que ver en la muerte de su hermano. Alfonso juró, pero
nunca perdonó la grave afrenta que, ante cientos de
personas, le había infligido Díaz de Vivar,
cuya fama como guerrero se extendía cada vez más
por toda la península.
En el 1079, cuando Rodrigo se fue al sur para cobrar los
tributos (parias) al rey de Sevilla, fue atacado por el rey
de Granada y por el Alférez Real García Ordóñez,
pero finalmente les venció humillándoles tras
una dura lucha. A su regreso a Burgos, García Ordóñez
se vengó del Campeador orquestando un plan que desacreditó
al noble caballero castellano, provocando las iras de Alfonso
VI, que le desterró en el 1081, prohibiendo a la población
que le dieran albergue, comida y bebida.
Rodrigo partió hacia el exilio en compañía
de su familia -que dejaria refugiada en el monasterio de San
Pedro de Cárdena- y un grupo de familiares y vasallos
fieles. Pero, conforme avanzaba, su tropa se iba engrosando,
ya que eran muchos los guerreros que querían combatir
a su lado y compartir sus hazañas. En realidad, se
había convertido en el líder de un ejército
propio que ponía a disposición de los señores
que le pagaran por defender sus causas. Se instaló
en Zaragoza, ciudad que convirtió en su cuartel general,
luchó en el Levante y, en el 1083, se inició
el germen de la leyenda literaria del Cid Campeador tras la
creación del poema “Carmen Campi Doctoris”
(Canción del Campeador). Seis años después
volvió a Castilla e hizo las paces con el soberano,
pero por poco tiempo, ya que volvió a ser desterrado.
El motivo fue un mal entendido entre el caballero y el rey,
que le pidió ayuda defenderse de las amenazas del almorávide
Yusuf que había cruzado Gibraltar con la intención
de dominar el territorio español. Así, en el
1089, marchó hacia Valencia, fue el protector del rey
Al-Cádir, sometió a los reyes de Alpuente y
Albarracín y se convirtió en señor de
los reinos de Tortosa, Lérida y Denia. En el 1093,
tras el asesinato de AlCádir, Rodrigo sometió
a la capital valenciana a un asedio de 19 meses, hasta que,
acuciados por el hambre, los moros ejecutaron al usurpador
y abrieron las puertas de la muralla al Cid. Instauró
un nuevo estatuto de justicia, restableció la religión
cristiana y mandó llevar a la ciudad a su mujer y sus
hijos. Fue entonces cuando supuestamente a don Rodrigo se
le empezó a llamar Mío Cid. Convertido en señor
feudal de Valencia, juró fidelidad al rey Alfonso,
rodeándose de una corte en la que convivieron funcionarios
y consejeros árabes y cristianos.
Pero todas esas victorias se tiñeron de negro cuando
recibió la noticia de la muerte de su único
hijo varón, Diego Rodríguez, fallecido cuando
participaba en la batalla de Consuegra en el 1097. Cansado
de tantas guerras y con el corazón destrozado, Rodrigo
se negó a volver a Castilla y se dedicó a gobernar
Valencia.
A pesar de que hay discrepancias entre diversos historiadores,
se cree que Rodrigo Diaz de Vivar, aquejado de unas altas
fiebres tras haber sido herido por una flecha, murió
el 10 de julio de 1099.Tenía 56 años. Como cuenta
la leyenda, el Campeador ganó una última batalla
después de muerto. Sitiada Valencia por un ejército
árabe, el cadáver del Cid fue atado a su fiel
caballo Babieca y lo pusieron al frente de sus tropas. Cuentan
que la simple visión de un Cid que imaginaban vivo
sirvió para que los moros huyeran despavoridos. Actualmente,
los restos del legendario caballero castellano reposan en
la catedral de Burgos. Nueve siglos después de su muerte,
se cues-tionó si verdaderamente se le había
conocido como Cid ( del antiguo árabe Sayyid, que significa
“amo” o “señor”, ya que el
término aparece escrito, por primera vez, hace justo
800 años, en el 1207, en el poema anónimo “El
Cantar del Mio Cid”. Sus heroicidades han sido objeto
de numerosos homenajes en la literatura, la ópera,
la televisión y el cine. La más conocida es
“El Cid” (1961), largometraje protagonizado por
Sofía Loren y Charlton Heston; la serie de dibujos
animados “Ruy, el pequeño Cid” (1980) o,
en el 2003, la película animada “El Cid: la leyenda”.
Su célebre espada “Tizona” ha sido adquirida
recientemente por la Junta de Castilla y León, que
ha pagado 1,6 millones de euros.
VÍDEOS DE Cid Campeador
A continuación podemos ver un vídeo de Cid Campeador :