Christopher Reeve, el supermán de los tetrapléjicos

Christopher ReeveChristopher Reeve nació en Princeton, Nueva Jersey (EEUU) el 25 de septiembre de 1952. Segundo hijo de Franklin Reeve, profesor de universidad, y Barbara Johnson, fotógrafa de prensa, sus padres se divorciaron cuando tenía tres años. Él y su hermano, Benjamin, viajaron continuamente entre la casa del padre, en Connecticut, y la residencia de su madre en Princeton. En esa situación se sintió manejado por los suyos como “una pieza de ajedrez”, y, ante la posibilidad de “ser devorado por el conflicto familiar”, se refugió primero en el piano, después en la navegación a vela y, por último, en el teatro. Estaba en la escuela primaria cuando lo eligieron para interpretar un papel en la obra “El soldado de guardia”. Se pasó la adolescencia haciendo teatro de aficionados y estudiando arte dramático durante las vacaciones. Convertido en miembro de la Asociación de Actores de Princeton, estudió inglés y teoría musical en la Universidad de Cornell. Después de graduarse, actuó durante toda una temporada en el Boothbay Playhouse, de Maine, y completó sus estudios como observador en el Old Vic,de Londres, y en la Comédie Française, de París.

En 1974, aceptó un papel en una serie de televisión de ínfima categoría para pagarse sus estudios en la escuela de teatro Julliard, de Nueva York. En 1975, consiguió su primer trabajo en Broadway en una obra de teatro titulada “Una cuestión de gravedad”. Reeve debutó en el cine en 1977 con “Alerta roja: Neptuno hundido”, dirigida por David Greene. Para entonces, los hermanos Salkind llevaban dos años buscando un actor para interpretar el papel de Clark Kent en la película “Supermán”, basada en el conocidísimo cómic. Después de entrevistar a 200candidatos, les impresionó el extraordinario parecido físico entre el joven actor y el personaje de ficción y le dieron el papel. La película se estrenó en 1978, dirigida por Richard Donner. Fue un éxito de taquilla y Reeve pasó a ser uno de los mejores pagados del planeta. En 1980 protagonizó con Jane Seymour “En algún lugar del tiempo”, donde encarnaba a un escritor enamorado de una mujer de un cuadro que viaja en el tiempo para buscarla.

En 1982 rodó “La trampa de la muerte”, de Sidney Lumet, en la que interpretaba aun psicópata asesino, y “Monseñor”, de Frank Perry, donde tuvo como compañera de reparto a Genevieve Bujold. El peligro de ver encasillada su carrera con el personaje de Supermán no le impidió aceptar el papel en las dos siguientes secuelas de la película, “Supermán II” y “Supermán III”, que, contrariamente a lo que suele suceder en estos casos, cosecharon mayor taquilla y número de elogios que la primera.

En 1985 Reeve obtuvo un gran éxito con su trabajo en “Las bostonianas”, una película basada en la obra del escritor Henry James, en la que tuvo por compañera a la actriz inglesa Vanessa Redgrave. En 1987 encarnó de nuevo a Supermán en la que sería la cuarta y última entrega de la serie cinematográfica. Participó en la redacción del guión, pero, a diferencia de las anteriores veces, la cuarta entrega fue un total fracaso. En 1988, Reeve regresó al teatro para interpretar la obra “Verano y humo”, de Tennessee Williams. Ese mismo año protagonizó, junto a Kathleen Tourner, “Interferencias”, cuarta versión cinematográfica de “Primera plana”.

En los años en que trabajó en “Lo que queda del día”(1993), del británico James Ivory, y “Village of the Damned” (1995), un film de terror de John Carpenter, Reeve vivía un profundo bache en su carrera y apenas le llegaban ofertas profesionales. En el terreno personal, por el contrario, las cosas no le iban mal.

En abril de 1992 se había casado con la actriz Dana Morosini, con quien había tenido un hijo, Will. Anteriormente, había mantenido una relación sentimental con la modelo Gae Exton (no pudo llegar a casarse con ella por problemas de ésta para conseguir el divorcio de un primer matrimonio), con la que había tenido dos hijos: Matthew y Alexandra. Pese al mal momento de trabajo, Reeve y su familia vivían, felices, en una preciosa y enorme casa cerca de Nueva York. Pero todo iba a cambiar radicalmente el 28 de mayo de 1998.

Ese día, Christopher Reeve se presentó a una prueba hípica de saltos en Culpeper. Iba a acudir a otra de Vermont (después tenía que trasladarse a Irlanda para trabajar en una serie de televisión titulada “Secuestrado”), pero cambió de idea. Llegó un viernes y tuvo tiempo de hacer varias veces el recorrido del circuito. “Lo último que recuerdo es que el sábado por la mañana fui y recorrí de nuevo el espacio de la carrera. Luego me vestí, saqué a “Buck” de su establo, revisé la cincha y me dirigí al área de calentamiento. Lo único que recuerdo a partir de ese momento es que desperté la tarde del miércoles en el hospital de la Universidad de Virginia”. Según un testigo presencial, el caballo del actor, un excelente jinete, se paró de golpe frente a uno de los obstáculos y Revee salió despedido por encima de la cabeza del equino con tan mala suerte que las manos se le quedaron enredadas en las bridas. Si hubiera podido poner los brazos hubiera amortiguado el golpe, pero la fatalidad hizo que cayera de cabeza. Trasladado de urgencias al hospital de la Universidad de Virginia, la operación del neurocirujano John Jane le salvó la vida pero no pudo evitar que su cuerpo quedara tetrapléjico.

En su libro autobiográfico “Sigo siendo yo”, que publicó en 1998, Reeve explicaba con todo detalle cómo fueron los tres años siguientes a su accidente. Reconocía que, en un primer momento, cuando supo cuál era su estado y aún estaba conectado a tubos y aparatos, le comentó a su esposa: “Quizá sería mejor que me dejéis marchar”. Dana se echó a llorar y le dijo: “Te voy a decir esto sólo una vez. Estoy aquí para apoyarte en todo lo que decidas, porque es tu vida y tienes la decisión final, pero quiero que sepas que estaré contigo en todo momento, sin importar el tiempo que pase”. En ese apoyo y en el cariño de sus hijos, encontró fuerzas para ir adelante y convertirse en abanderado de la lucha de las personas tetrapléjicas.

Siete años después, Christopher Reeve acaba de protagonizar una sorprendente recuperación física: ha recuperado una cierta movilidad en los dedos y la sensibilidad en el 65 por ciento del cuerpo. Pese a ser un caso único, está todavía muy lejos de volver a caminar, como esperaba poder hacer el día que cumpliera 50 años.

La fecha ha pasado y el actor, que se gasta 430.000 euros (71,5 millones de pesetas, en gran parte pagadas por su aseguradora) en cuidados médicos, seguirá luchando. Su terapia, que está siendo objeto de estudios científicos, se basa en un programa de ejercicio físico: una hora al día de bici estática y ejercicios en la piscina tres veces a la semana. Además, los médicos le aplican electrodos controlados por ordenador en los músculos de piernas, brazos, glúteos y pecho. También sigue una dieta muy rigurosa. Esta terapia tenía como objetivo frenar la pérdida de masa muscular y el avance de la osteoporosis (por la inmovilidad), así como mejorar su circulación y la respiración. Presidente de una fundación que lleva su nombre, Reeve se ha convertido en el portavoz de las personas con disminución. Una de sus causas es conseguir que se pueda experimentar a partir de la clonación de células madre, lo que, hasta ahora, la Administración Bush prohíbe, ya que va contra la estricta moral de sus votantes, la extrema derecha religiosa de su país. Autor de un nuevo libro, “Nada es imposible”, donde asegura que lo importante es “no dejarse vencer nunca por la negatividad”, el actor ha protagonizado una versión de “la ventana indiscreta” y ha dirigido una película, protagonizada por Glenn Close. “Nunca he tenido un sueño en el que me viera discapacitado”, asegura. Su vida, de la que dice disfrutar, está centrada en un reto para un superhéroe humano: volver a andar.

VÍDEOS DE Christopher Reeve
A continuación podemos ver un vídeo de Christopher Reeve :





Fotos de Christopher Reeve:



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