Charles
Monroe Schulz nació en Minneápolis, una ciudad
del Medio Oeste de Estados Unidos, el 26 de noviembre de 1922.
Fue el único hijo de Dena, ama de casa de origen noruego
de carácter muy posesivo, y Carl Schulz, un barbero
alemán obsesionado con su trabajo. Su vida quedó
marcada nada más nacer: su tío le puso el apodo
de “Sparsky”, el nombre del caballo de una popular
tira cómica de la época, y así le llamaron
sus amigos toda la vida.
La familia vivía en Sant Paul, capital de Minnesota,
donde Charles estudió en el colegio Richard Gordon
e hizo la secundaria en el Central High School. Fue un estudiante
regular que se pasaba el rato mirando caricaturas Y dibujando.
Eran los tiempos difíciles del “crack”
de 1929 y, siendo niño, trabajó de tendero en
una bodega por 9 dólares semanales. Pero los Schulz
se esforzaron para que su hijo se formara en lo que le gustaba.
Le inscribieron en el curso por correspondencia de la Academia
de Dibujo “Art Instrucción”, lo que serían
sus únicos estudios artísticos.
A los 21 años, tras la muerte de su madre en 1943
por un cáncer de cuello de útero, se enroló
en el ejército para combatir en la II Guerra Mundial
y luchó en la sección de infantería de
la 20ª División Blindada de EEUU en Francia y
Alemania. Allí ilustraba las cartas de sus compañeros
con escenas humorísticas de la vida en el cuartel,
pero los horrores de la guerra no hicieron más que
acentuar su carácter agrio y escéptico, que
luego reflejarían sus personajes de ficción.
Tras la guerra, trabajó como profesor y empezó
a publicar algunas de sus tiras en una revista local religiosa.
No fue hasta 1947 que sus historietas empezaron a publicarse
regularmente en el Saint Paul Pioneer Press bajo el nombre
de Li'lFolks (que podría traducirse como “Personitas”),
donde ya aparece un perro muy parecido a Snoopy. Al año
siguiente consiguió colocarlas en el Saturday Evening
Post, de tirada nacional.
A propuesta de los editores, cambió el formato original
de una caricatura por una historia de cuatro viñetas
que desarrollaba una historia completa, algo novedoso en la
época ya que habitualmente las historietas continuaban
de una semana a la otra. El 2 de octubre de 1950 debutó
en siete periódicos a la vez con la tira que hoy conocemos
todos como Carlitos y Snoopy. En su versión original
Schulz la llamó “Peanuts”, que en inglés
significa “cacahuetes”, aunque lo usó en
el sentido figurado con que los norteamericanos denominan
a los niños de corta estatura. Aquel día los
rotativos le pagaron diez dólares cada uno por su historieta
y, desde entonces, escribió una diaria, sin ningún
asistente, durante 50 años.
El personaje central era Charlie Brown, pero pronto fue desbancado
por el perro Snoopy, que había nacido por casualidad.
Schulz pensó que su personaje necesitaba un perro,
simplemente, porque en los dibujos animados “siempre
quedan bien”. Se inspiró en el perro que había
tenido en su niñez, “Spike”, un beagle
blanco de orejas negras y grandes. Y el nombre estaba decidido:
su madre siempre les había dicho que si volvían
a tener un perro le llamarían “snoopy”,
un término cariñoso en noruego. Linus y su famosa
manta no aparecieron hasta 1954; en 1956, Snoopy caminó
por primera vez a dos patas y la sabionda de Sally no desembarcó
en las tiras hasta 1959. El pájaro “Woodstook”
debutó en 1967. El éxito fue tremendo. Los dibujos,
en los que nunca aparecían adultos, eran sencillos
por lo que encantaban a los niños, pero los mensajes
eran una mezcla de melancolía, fina ironía y
vida cotidiana que gustaban a los mayores. Eran todo lo contrario
a los personajes blandos de la factoría Disney, donde
le habían rechazado “porque no tenía cualidades
de animador”.
Tal fue la popularidad de estos personajes que el módulo
de mando del Apolo X fue bautizado por la NASA como Charlie
Brown y el módulo lunar como Snoopy. El dibujante argentino
Quino reconoció que Schulz “era su papá
directo, no hubiera podido hacer Mafalda sin haber leído
esa maravilla que era Peanuts” o Jim Davis, creador
de Garfield, que reconoció que Carlitos era “una
de las más grandes influencias de mi carrera”.
Su primer gran disgusto amoroso se lo dio su primera novia,
la pelirroja y pizpireta Donna Mae Jonson, que prefirió
casarse con un maquinista. Nunca la olvidó, ni siquiera
después de dos matrimonios, reflejándola en
sus historietas como la muchacha pelirroja que persigue Charlie
Brown. Schulz se casó, en 1951, con Joyce Halverson,
una joven divorciada y madre de una niña. Emprendedora
y aventurera -se la identifica con la impaciente y mandona
Lucy de sus caricaturas-, la hermana de Linus era psiquiatra
“a 5 centavos”. Fue ella la que le convenció
para dejar el aburrido Saint Paul y trasladarse a California.
Con ella tuvo cuatro hijos más, pero el matrimonio
acabó en divorcio veintidós años después.
Y es que Joyce, allá por 1970, encontró una
sospechosa cuenta telefonica y descubrió que su marido
estaba enamorado profundamente de una chica veinte años
más joven que él, Tracey Claudius. Incluso le
enviaba mensajes secretos a través de las viñetas
de Snoopy y le llegó a proponer matrimonio, según
confesó la propia amante a David Michaelis, autor de
una polémica biografia de reciente aparición:
“Schulz y Peanuts”(Ed. Harper Collins). Joyce,
que aún vive, lamenta que ahora sólo se hable
de los escándalos del que fue su marido, “sin
tener en cuenta los inmensos ratos de felicidad de aquellos
25 años” a quien únicamente le reprochaba
“que nunca me dijera: lo siento”.
Schulz era un tipo raro en el ambiente juerguista de sus
colegas dibujantes. No fumaba ni bebía y era miembro
de la “Iglesia de Dios”, una de las más
jóvenes y discretas iglesias evangélicas norteamericanas.
Era un hombre creyente, lector de la Biblia y predicador ocasional.
Michaelis asegura que padecia ataques de ansiedad y guardaba
muchos rencores que luego plasmaba en sus tiras cómicas.
Charlie Brown era el “alter ego” de aquel hombre
“agrio, depresivo, de profunda melancolía que
se sentía inadvertido y sin amor” y al que dotó
de cualidades de las que él carecía, como fortaleza,
entereza yvoluntad de hacer las cosas sin autocompadecerse.
La fortuna que amasó fue inmensa figurando en varias
ocasiones entre los hombres más ricos de América.
Su imperio estaba valorado en más de mil millones de
dólares gracias a los derechos de autor de sus personajes
que aparecían por todos lados, desde libros a películas,
obras de teatro y objetos de “merchandising”,
fueran ceniceros, tazas de desayuno o calendarios.
Como Carlitos, Schulz fue un apasionado de los deportes y
jugó a béisbol, tenis, golf y hockey sobre hielo.
Ya instalado en Santa Rosa, California, regaló a la
ciudad un pabellón para deportes sobre hielo, el “Redwood
Empire Ice Arena”. Fue su afición al patinaje
lo que le llevó a conocer a su segunda esposa, Jean
Clyde, mientras veían patinar a sus dos hijas respectivas
estando ambos todavía casados. Nada más divorciarse
los dos, en 1973, se casaron. Su segunda esposa era madre
de dos niños y dieciséis años más
joven que Charles. Mujer educada e inteligente, vio pronto
envejecer a su marido que tuvo que pasar por un cuádruple
bypass coronario en 1981.
Los Peanuts y su creador dejaron de existir con pocas horas
de diferencia. En 1999, el dibujante anunció su retirada
por problemas de salud, ya que se le había detectado
un avanzado cáncer de colon. El 13 de febrero del 2000
se publicó la última tira cómica original,
tras 50 años saliendo diariamente sin interrupción
con un total de 17.897 tiras. El día anterior, Schulz
había fallecido en su domicilio de Santa Rosa, a los
77 años.
VÍDEOS DE charles schulz
A continuación podemos ver un vídeo de charles schulz :