Anastasia
fue la cuarta de los cinco hijos del último Zar de
Rusia, Nicolás II, y su esposa, la emperatriz Alexandra.
Nació el 5 de junio de 1901 en el Palacio de San Petersburgo.
Desde pequeña destacó por su carácter
alegre y su inteligencia. De sus cuatro hermanos, Olga, Tatiana,
María y Alexéi, era la que más interés
demostraba por los estudios. Pierre Gilliard, uno de sus tutores,
la definió como “puro nervio y muy pícara”.
Siempre estuvo muy unida a Alexéi, heredero al trono
de Rusia. No sólo porque se llevaban sólo tres
años de edad (é1 nació en 1904), sino
porque la enfermedad de éste, hemofilia, hizo que sintiera
un cariño especial por él. Cuando el niño
sufría alguna crisis, Anastasia acudía a su
habitación y lo entretenía con sus imaginativas
ocurrencias, haciéndole olvidar su sufrimiento. Cuando
Alexéi sanaba, correteaban juntos por los jardines
de palacio.
A pesar de que la familia Romanov era una de las más
poderosas del momento, sus cuatro hijas nunca tuvieron habitación
propia. Dormían juntas en una amplia estancia y sobre
sencillos catres, fáciles de trasladar cuando la familia
viajaba. Tanto Anastasia como sus hermanas preferían
que se las llamase por su nombre, y no por su título
de Grandes Duquesas (superior al de princesa), que las incomodaba.
Disfrutaron de una infancia feliz junto a sus padres (hay
muchas fotos de la familia donde se les ve sonriendo en el
jardín de palacio o sobre la cubierta de su yate privado),
pero los hijos del Zar apenas tuvieron contacto con otros
niños, lo que provocó que fueran más
inmaduros que otros jóvenes de su edad. Por ese motivo,
Anastasia nunca tuvo novio y, cuando entró en la adolescencia,
se dedicó, como sus hermanas, a coquetear con los marineros
que cuidaban del yate familiar. Alexéi, por su parte,
vivía sobreprotegido. Debido a su enfermedad, su madre
lo mantenía constantemente vigilado, cuidando de que
no se hiciera ninguna herida que, para él, podía
resultar mortal.
Pero la tranquila vida familiar de los Romanov se truncó
en 1917, con la revolución bolchevique dirigida por
Lenin. Las derrotas militares y los sufrimientos del pueblo
ruso, a quien se negó a escuchar, supusieron la caída
de Nicolás II, quien fue obligado a abdicar en marzo
de ese año.
Tras la abdicación, los Romanov permanecieron prisioneros
junto a su médico particular el cocinero, el mayordomo
de Nicolás II y la doncella de la Zarina en Tsarcoye
Selo. Allí, padecieron todo tipo de humillaciones y
vivieron confinados en una pequeña zona de la casa,
siendo obligados a trabajar la tierra para plantar un pequeño
huerto cuyos frutos nunca vieron crecer, puesto que pronto
fueron trasladados a Tobolsk, donde pasaron ocho meses mucho
más duros que los anteriores, sobre todo después
de que los bolcheviques, al llegar al poder en octubre de
1917, implantaran el comunismo. Apenas recibían comida,
ya que les dieron cartillas de racionamiento, y estaban constantemente
vigilados por los guardianes de la casa.
Un día, llegó un comisario, diciendo que tenía
órdenes de trasladarlos a Moscú para someterlos
a juicio. Alexéi, debido a su mal estado, no pudo viajar,
así que sólo lo hicieron el Zar, la Zarina y
la gran duquesa María. Pero no llegaron a Moscú.
Los obligaron a quedarse recluidos en Ekaterimburgo. Cuando
Alexéi sanó, los demás miembros de la
familia se reunieron con ellos. Era mayo de 1918, y vivieron
sus últimos meses en una casa rodeada de altas vallas
y con las ventanas pintadas, para que nadie pudiera verlos,
vigilados por rudos campesinos y obreros siberianos que disfrutaban
humillándolos.
En la madrugada del 17 de julio de 1918, hicieron bajar
a toda la familia y a los cuatro sirvientes que los acompañaban
al sótano de la casa. Entonces, 11 hombres armados
entraron en la sala y, tras leer una breve sentencia de muerte,
empezaron a disparar. No todos murieron con la primera descarga
y, para asegurarse de que ninguno salía de allá
con vida, hundieron las bayonetas en sus cuerpos. Después,
los llevaron a un bosque a las afueras de la ciudad, los descuartizaron
y les prendieron fuego. Sobre los restos echaron ácido
sulfúrico, con el fin de no dejar huellas de la masacre,
ya que pretendían que nunca nadie supiera lo que había
sucedido.
En 1991, gracias a los cambios producidos en la antigua
Unión Soviética tras la caída del comunismo,
se autorizó a desenterrar los restos hallados en 1979
en dos fosas comunes cercanas. A partir de 1997 se sometió
a los restos a pruebas de ADN para verificar que se trataba
de los Romanov. Cruzaron sus códigos genéticos
con muestras sanguíneas de familiares muertos y vivos
y, finalmente, llegaron a la conclusión de que eran
ellos. Lo único que no quedó claro fue la identidad
de una de las tres hijas del zar enterradas en la fosa de
menor tamaño, dudando de si unos de los restos pertenecían
a Maria o a Anastasia. Pero finalmente quedó aclarado
el asunto y concluyeron que se trataba de Anastasia, atribuyendo
los huesos y cenizas de la tumba vecina a María y Alexéi.
El 17 de julio de 1998, los restos de la familia imperial
rusa fueron sepultados definitivamente en el transcurso de
una ceremonia oficial en la catedral de Pedro y Pablo de San
Petersburgo.
Varias mujeres se han encargado de mantener viva a Anastasia,
diciendo que no murió en aquella masacre y que ellas
eran la cuarta hija del último Zar de Rusia. La más
inquietante de todas ellas fue Anna Anderson, a quien un policía
salvó de morir ahogada una noche de 1920. La joven,
que entonces tenía 20 años, se había
lanzado a un canal de Berlín y estaba muy asustada.
Como rehusaba revelar su identidad o responder a las preguntas
que le hacían sobre su intento de suicidio, fue internada
en un hospital psiquiátrico, registrada como “Señorita
desconocida”. Le diagnosticaron una enfermedad mental
“de carácter depresivo, y finalmente, confesó
a una enfermera que ella era la Gran Duquesa Anastasia de
Rusia, y que había podido escapar de la masacre de
Ekaterimburgo la noche del 16 al 17 de julio de 1918. Pese
a su gran parecido con Anastasia, nunca pudo explicar de manera
convincente cómo escapó. Su versión de
que sobrevivió a las balas y bayonetas, y que luego
la rescató un guardia bolchevique que se convirtió
en su amante no parece posible. Y cuando dos de los parientes
del Zar que vivían en Europa tras escapar de la revolución
(la Gran Duquesa Olga, hermana de Nicolás II, y la
princesa Irene de Prusia, hermana de la Zarina), se entrevistaron
con ella para verificar si era Anastasia, dijeron que era
una farsante. Sin embargo, la hija del médico de la
familia imperial la creyó, y también uno de
los hijos de Irene, quien compiló una lista de preguntas
que sólo Anastasia podía responder y quedó
convencido de que era ella.
La insistencia de esta mujer, que publicó el libro
“Yo soy Anastasia”, llamó la atención
de Hollywood, y su historia fue protagonizada por Ingrid Bergman,
quien ganó un Oscar en 1956.
VÍDEOS DE Anastasia
A continuación podemos ver un vídeo de Anastasia :